Vivimos en otro momento histórico. La transición hacia un nuevo ciclo político continúa mientras que las preferencias electorales de los ciudadano dan otro tímido....
Vivimos otro momento histórico. La transición hacia un nuevo ciclo político continúa mientras que las preferencias electorales de los ciudadanos dan otro tímido paso al frente, no sin tener presente la incertidumbre a lo desconocido y un muy español sentimiento conservador ante las urnas que lastra la tan manifestada renovación política. Fenómenos lógicos y apenas criticables. Especialmente después de lo experimentado desde el 20-D. Período el cual ha demostrado cómo las preferencias de voto efectivamente sí son capaces de poner jaque a un bipartidismo acostumbrado –más allá del cuestionado sistema electoral–, así como que ello no siempre supone una solución constructiva cuando fuerzas políticas del cambio apuestan por la ruptura democrática y, como si de una apisonadora se tratara, pasan por encima de la recuperación, la el bien común y la llamada estabilidad política. Hoy, y tras una dolorosa recesión económica y social, entendida como algo distinto a mayorías absolutas.
En el tiempo donde la nueva investidura tiene por significado pluralidad política y apoyo parlamentario efectivo a través de complejas alianzas en un abanico político del que también participan fuerzas políticas nacionalistas y partidarios progresistas por la reforma constitucional, la nueva formación de Gobierno Central deberá abordar con firmeza la representación democrática del cambio en tiempos de diversidad política, así como especialmente, la lucha por el progreso, el desarrollo y a reducción de la desigualdad social. Y es que estos puntos han sido el detonante de los numerosos problemas que hoy abarrotan las páginas de nuestros periódicos: llamados de atención de la Unión por nuestros números de déficit, segregación del mapa político nacional y revuelo secesionista, interminables debates entre Independentistas y autodeterministas frente a unionistas que causan la desconfianza de la actualmente sensible Europa en relación a la cohesión territorial y la unidad, y un largo etcétera. Sin duda alguna, no son pocas las grandes cuestiones pendientes para quienes asuman el a estrenar Gobierno Central.
Ahora bien, cuando se habla de apoyo parlamentario para no gobernar en minoría y de ejercicio de un plan por el desarrollo de un país en vías de recuperación, es imprescindible destacar la importancia de una constructiva colaboración de la Oposición. Cuya inmadurez política del país y nuestros mandataros nos hace hoy cuestionar si será esto posible. Dado que, como bien dijo Barack Obama a nuestro jefe de Gobierno en funciones, la desigualdad alimenta siempre al populismo. La única vía de sucesión política y seducción del electorado hasta hoy conocida en nuestro país.