Creo que ya he puesto de manifiesto en más de una ocasión que me siento talaverano como el que más y mi corazón es y seguirá siendo blanco y azul.
Creo que ya he puesto de manifiesto en más de una ocasión que me siento talaverano como el que más y mi corazón es y seguirá siendo blanco y azul. Apostar con una empresa de aquí, con gente de aquí, con sede aquí, y siempre distinguiéndonos de los demás en pos del progreso de esta ciudad que vio nacer a mis padres, a mis hermanos, a mi esposa y a mis hijos creo que es bagaje suficiente para demostrar mi cariño por Talavera.
De hecho, el contacto continuo que mantengo con multitud de talaveranos que han encontrado su porvernir fuera de esta ciudad, los cuales me animan a seguir reivindicando por la Ciudad de la Cerámica, me hace ser cada día más fuerte en mis convicciones sobre lo necesario para ella.
El deporte local, la envidia, hace que muchos imbéciles se empeñen en mirarse el ombligo buscando culpables en quienes estamos acostumbrados a decir la verdad. Esos (y esas) que escudriñan cada esquina con tal de llevar la razón, con tal de imponer su voluntad particular fracasarán tarde o temprano, el tiempo pasa. Son ya más de 30 años de profesión, sí, porque mi familia –con todo su esfuerzo– me enseñó este oficio desde los sótanos de la impresión hasta los áticos de la redacción.
He aprendido mucho en tantas décadas de periodismo, pero lo que más me llama la atención es la bravucona predisposición de muchos que ostentan un cargo público o han nacido en una familia con posibles y no han sabido administrarlos.
El tiempo pasa también para ellos y los sillones caen, generalmente por la voluntad popular. Las crisis hay que saber afrontarlas aunque la ruina entre por tu ventana. Saber levantarse y seguir adelante es mucho más importante que alardear de una posición que por absurda cae como los castillos de barro.
Soy talaverano, sí, y a mucha honra.
Si (
No(
