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PATRICIA RECUERO

La muerte de un ser querido, ¿Cómo hablarlo con los niños?

La muerte de un ser querido, ¿Cómo hablarlo con los niños?

jueves 31 de marzo de 2016, 21:45h

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Son muchas las preguntas que nos hacemos antes de darle a los niños la noticia de la muerte de un ser querido: ¿Cómo se lo digo?, ¿En qué momento? ¿Me va entender, si aún no se entera?, ¿Es bueno que asista al funeral?

Antes o después lo van a saber y la forma de decírselo y el qué les decimes, va a determinar la aceptación de la pérdida y su duelo. Por eso, este tema, además de delicado, es importante que los padres sepan enfrentarse a el, teniendo en cuenta una serie de consideraciones. Los psicólogos recomendamos haber reflexionado sobre ello y contar con el conocimiento y la orientación de un profesional.

La muerte sigue siendo un tema tabú hoy día y la reacción innata y más común en los adultos, suele ser la de negar u ocultar el tema con la pretensión de evitar el dolor en los niños. Pero no podemos hacer que los niños crezcan ajenos al dolor, ni ajenos a nuestras emociones, tratando de poner buena cara delante de ellos. Les llevaríamos a error, a que tuvieran creencias equivocadas, sentimientos de culpa y temores irracionales, que complicarían la situación más adelante. Cuando se produce una muerte en un ser querido, sobre todo de forma inesperada y súbita, la mayoría de los adultos, además de intentar asimilar la noticia como bien pueden, se encuentran confusos acerca de si sabrán comunicárselo a los niños y responder a sus preguntas.

Muchas veces, lejos de ayudarles, se les oculta o niega la noticia o se les dan mensajes que a la larga, complican las cosas. El uso de eufemismos, como:”Está de viaje”, ”Está dormido”, “Dormirá para siempre”, “Está en el cielo entre las estrellas”, según los expertos, dificultaría, si no se explican bien, la elaboración adecuada del duelo, y retrasaría la aceptación de la muerte del ser querido como parte de la vida. Por esto, lo más adecuado sería afrontar el tema y hablarles desde la verdad, adaptando la noticia a su edad y madurez, obviando los detalles más escabrosos, claro está.

La comprensión del sentido de la muerte en los niños, viene determinada por el proceso madurativo en el que se encuentren, su personalidad, su desarrollo afectivo, además de por las experiencias que hayan tenido al respecto, en su corta vida.

Generalmente, a la edad de tres años, aunque no entiendan cognitivamente lo que la muerte significa, piensan que de la muerte se puede volver, ya a esa edad, necesitan una explicación verbal del hecho, adaptando el lenguaje y contenido a su edad. A partir de los cuatro años, ya empiezan a entender que la muerte es un lugar de donde no se vuelve y a partir de los seis años, comienzan a considerar la muerte como un hecho universal, que afecta a todos, al que dotan de un determinado orden natural: primero las personas mayores, los abuelos y luego los padres, cuando sean viejos. Entre la edad de 6 y 9 años, debemos ayudarles a expresar sus sentimientos y debemos interesarnos por saber las creencias que tienen acerca de la muerte. Es importante vigilar sus reacciones y tratar de no cambiar sus rutinas diarias. A partir de los 9-10 años ya podemos decir que entienden el concepto de muerte como algo indisociable a la vida, algo universal e irreversible, aunque las consideraciones de lo que supone quedarse sin padre, madre, abuelo, no alcancen del todo a analizarlas.

A la hora de comunicar la noticia de la muerte de un ser querido, para los psicólogos, es importante conocer la relación de apego que tenía con la persona fallecida, si ha habido otras muertes en la familia y qué les contaron, si la muerte ha sido repentina o consecuencia de una larga enfermedad, si ha recibido mensajes de otros familiares y qué tipos de mensajes, si se les ha ocultado la muerte en otro momento, si expresan emociones en familia...También sería importante considerar cómo llevan el duelo los padres o personas más cercanas y las reacciones de estos. Ya que los niños si no tienen información al respecto van a imitar las reacciones de los padres o familiares cercanos, y si aún no tienen referentes de cómo expresar el dolor, lo van hacer, imitando a los demás. La educación emocional que exista en familia y la capacidad de expresar y gestionar las emociones jugará un papel importante, en este caso.

A modo orientativo para los padres, las claves para hablar del tema serían:

  1. Sentarnos cerca del niño y asegurarnos que nos está prestando atención
  2. Explicarle lo ocurrido de forma clara y sencilla sin entrar en detalles.
  3. Darle tiempo para que asimile en mensaje, (observamos su reacción, sus emociones y lenguaje corporal)
  4. Damos tiempo a que exprese sus emociones, sin imponérselas ( eliminar el “tienes que llorar, o no pasa nada, no llores”)
  5. Utilizamos el lenguaje no verbal y el afecto, mirada, abrazo, beso para apoyarles.
  6. Les sugerimos si quieren hacernos alguna pregunta y respondemos de manera simple, evitando analogías que puedan confundirlo.
  7. Nos aseguramos que el niño haya entendido adecuadamente el mensaje que le hemos querido transmitir.
  8. Expresamos cómo nos sentimos y se siente toda la familia ante la pérdida.
  9. Les explicamos lo que va a pasar, el funeral, las personas que nos van a visitar, dónde y con quien se van a quedar ellos.
  10. Dependiendo de la reacción, entereza y madurez de cada niño, habrá niños que nos pidan asistir al funeral. Esta situación dependerá de los padres, pero si es recomendado que si el niño lo pide se le deje asistir.

En principio, todas las reacciones se pueden considerar manifestaciones normales, de adaptación a la noticia y reflejan la forma en las que el niño intenta resolver la situación. Por lo general si se sienten atendidos y amados, en un ambiente familiar seguro y con lazos afectivos con el resto de familiares, lo aceptarán rápido y sin traumas.

En el caso de observar con el tiempo síntomas de duelo patológico, tipo pérdida de interés por actividades con las que antes disfrutaba, deseo de irse con la persona fallecida, insomnio, pérdida de apetito, apego excesivo a otros familiares, temores irracionales, bajada del rendimiento escolar, regresión a conductas propias de edades más tempranas, etc…es recomendable buscar ayuda profesional.

Patricia Recuero. Psicóloga.Gerente de Psique, Peritajes&Terapia familiar.

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