Tener un hijo adolescente se convierte en algo estresante para los padres porque les obliga a soltar el cordón umbilical, confiar en que lo que han hecho hasta ahora en la educación de los hijos… ¿Lo estamos haciendo bien? ¿Lo hemos hecho bien?. Y porque les obliga a evolucionar como padres y como personas.
La buena noticia es que conocer cómo funciona el cerebro adolescente ayuda a que ambos, padres e hijos, puedan superar esta fase de una manera menos traumática de lo que suele ser habitual. La neurociencia ha avanzado mucho en los últimos cinco años y actualmente los especialistas puedan hablar con más respaldo y consolidación de estos aspectos.
Los cambios en la adolescencia se producen entre los 12 y los 24 años, transformándose el cerebro de manera decisiva y complicada. En primer lugar, se reducen el número de neuronas y conexiones neuronales, se desechan las no utilizadas y segundo, existe una “mielinización” o recubrimiento alrededor de las conexiones neuronales, que permite mayor sincronización y mayor velocidad de flujo de información. Estos cambios ayudan al adolescente a que su cerebro esté más integrado y haya una mayor coordinación en el cerebro del mismo.
La adolescencia es un momento de riesgo y vulnerabilidad para sufrir trastornos mentales, pero también es un momento de oportunidad.
Todo esta mezcla de explosión emocional y novedades, unido al aumento de la autonomía e independencia de los hijos, llevan a muchos padres a experimentar sentimientos contradictorios y a sentirse amenazados en su papel como padres. Los padres a menudo se defienden contra estas realidades aferrándose a sus hijos e influyendo sobre ellos de manera que disminuya su identidad.
Daniel Siegel, en su libro, “Tormenta cerebral” (2014) dice que hay cuatro características esenciales de la adolescencia, que son vitales para el desarrollo de la propia identidad del adolescente. Él, lo llama ESSENCE, que por sus siglas en inglés, se refiere a ser una etapa de excitación emocional (ES: emotional spark); donde aparece el sentimiento de compromiso social (SE: social engagement); caracterizada por la búsqueda de la novedad (N: novelty seeking); y por último, por ser una etapa de exploración y explosión creativa (CE: creative exploration).
Un adolescente necesita reafirmarse por sí mismo y desarrollar su propia identidad, forjando sus principios y valores que hagan fuerte su personalidad y vinculándose a su grupo de edad más cercano, es decir, a sus amigos, más que a su familia. Esto es ley de vida y algo necesario para madurar y pasar de etapa de manera adecuada.
Lejos de convertirse en una lucha de tira y afloja o en una guerra en casa, los padres deben aprender a ver que un hijo se ha convertido en un espíritu libre, y a ver que han cambiado sus intereses y emociones. Deberá cambiar la forma de relacionarse, y de hablar de castigos, hablaremos de consensos, en vez de hablar de prohibiciones, hablaremos de ayudarle a plantearse sus objetivos para su día a día.
Deben confiar en las herramientas que les han enseñado y tomar el papel de padres con mucha más fuerza ya que siempre estarán ahí guiando y acompañando en las decisiones y dificultades. Le ayudarán a aprovechar este momento para crecer, y permitir a sus hijos madurar.
¿Qué cómo lo pueden hacer? Desde Psique, te orientamos para que puedas manejar el nivel de estrés de esta etapa y aprendas a ver a tu hijo/a como un individuo único con sus propias experiencias mentales. Pero esto no es posible, cuando aún queréis seguir viviendo a través de sus hijos.
Te ayudaremos a transformar la relación entre padres-hijos, y que experimentéis una evolución en la misma, ofreciendo las herramientas para poder hacerlo en casa. De hecho, tal vez no haya mejor oportunidad que la adolescencia para que los padres puedan conocer a fondo a sus hijos y aprender sobre lo que realmente sucede en su mente.
Os ayudaremos a relacionaros mucho y mejor con vuestros hijos, comprendiendo el estilo de apego que habéis establecido y aprendiendo nuevas formas de relación que ayudarán a tu/s hijo/s a entrar con buen pie en la vida adulta.
Cuando los padres son capaces de empezar a verse a sí mismos y a sus hijos como dos individuos separados y empiezan a tratarlo con el nivel de respeto y autonomía que se merece, están mejor preparados para renunciar a cualquier idea preconcebida acerca de su hijo, que a menudo suele tener más que ver con la propia historia que con la real.
De esta manera, se inicia una nueva etapa, para vuestro/s hijo/s, su inmersión en la vida adulta y para vosotros como padres, una etapa de transformación y aprendizaje, de forma serena y placentera.
Patricia Recuero. Psicóloga y terapeuta familiar