Miguel Manzano Fernández es un talaverano de 26 años que lleva ya fuera de la Ciudad de la Cerámica más de cinco años, de los cuales los tres últimos han transcurrido en Viena, la capital de Austria, y donde por el momento sigue con su mujer, Rocío Samaniego Cabrera. Para entender mejor su historia, La Voz del Tajo ha contactado con él y así conocer desde el principio que llevó a este joven a la ‘Ciudad de la Música’.
Miguel estudió un ciclo superior de cocina en el Instituto de Educación Secundaria San Isidro y luego se trasladó a la Universidad de Alicante para estudiar traducción de alemán. Este idioma fue el que le hizo viajar inicialmente para que ello contribuyese positivamente a su carrera académica.
Su verdadera historia con la capital austriaca comenzó en mayo de 2014. Siempre quiso tener su propio bar y, aunque comenzó trabajando en otro restaurante de comida española en Viena pronto se fijó en un local que había vacío muy cerca; ahí fue cuando se dijo: “tiene que ser mío”. Comenzó al frente de la Gerencia en poco tiempo y con unos 1.000 euros de capital. “No teníamos nada que perder, si no salía bien me volvería a Alicante a terminar la carrera”, recalcó a este periódico.
Los principios no fueron muy halagüeños, el local no estaba muy bien ubicado y necesitaba un lavado cara exhaustivo, aunque no había dinero para tal menester. Un día, ya abierto el local y con apenas 50 euros en el bolsillo, Miguel se sorprendió como a la gente le gustó la comida y, poco a poco, por su puerta fueron entrando cada vez más clientes. La cultura que tienen allí sobre las tapas españolas, sus ingredientes y los caldos con que regarlas cada vez es mayor; por eso, ‘El rincón de Don Quijote’, nombre con que bautizó a su negocio, tenía que dejar el pabellón alto.
No más de 20 variedades completan su carta, pero todas muy sabrosas y con el sello de calidad español. Pimientos de Padrón, albóndigas, patatas bravas, quesos manchegos, ibéricos, paella y algunos postres son los mejores ejemplos de su oferta, junto con los vinos. Este joven chef defiende que todos los productos con los que trabaja son frescos, por eso, no pasan desapercibidos tampoco las croquetas, las delicias de Elche –y todo lo que sea al ajillo- y, curiosamente, las lentejas. Cada cierto tiempo la carta de esta tapería cambia para deleitar y sorprender a sus clientes, también a los muchos españoles que no pueden evitar entrar y recordar su tierra a través del paladar.
Como en todos los avatares, el inicio no fue fácil; sin capital, atendiendo a cuatro personas diarias y con nueve botellas en su bodega particular. Ahora su almacén ha crecido y en su local pueden coincidir más de 40 personas. Este negocio ha ganado en prestigio y también en su estética; “al principio, daban ganas de prenderle fuego y empezar de cero”, comentaba irónicamente.
VIDA EN AUSTRIA. Un día normal en Viena pasa por levantarse, comprar los víveres para cocinar esa jornada, abrir el local, atender, recoger y cerrar; dormir y vuelta a empezar. El poco tiempo libre que les queda lo emplean en mejorar el local, cambiar los menús y permitirse algún viajecito cuando acumulan más de dos días seguidos de libranza.
Ha conseguido que la cocina española encuentre su hueco en Austria, pero ¿ha entrado de igual forma la vida austriaca en él? La respuesta es que no ha dejado que este país le cambie, aunque hay muchas cosas que influyen en su vida. “Pensaba que en España se pagaban impuestos pero aquí es brutal, hay impuestos para lo que no os podáis imaginar; en ese tema son muy agresivos”, dijo.
Respecto a la personalidad de los austriacos apuntó a que “son algo cerrados, pero se van dejando conocer poco a poco”. Sin embargo, son correctos y serios con el sistema y la convivencia; como ejemplo, Miguel nos relató que se sorprendía al principio cuando comprobó que para viajar en el metro no hacía falta pasar ningún tipo de control de billetaje antes de subir al vagón. “En España sería un fracaso, porque todo el mundo viajaría sin él”, expresó en tono jocoso. De la misma forma, y aunque las comparaciones son odiosas, dijo que “España no tiene nada que envidiar a Austria en cuanto a educación y respeto”.
Lo mejor de Viena, el transporte público y la buena organización que tienen en todo; lo peor, ir a comprar al supermercado, “la cajera saca los productos y los pasa rápido, cuando los estás recogiendo ya te está pidiendo el dinero y antes que hayas pagado ya te está dando el cambio, la compra del siguiente se amontona con la tuya”, relató. Parece que hacer la compra es toda una odisea aquí, “si se abre una caja nueva nadie mantiene el orden y la gente corre, literalmente, para ponerse el primero; es bastante gracioso ver a una abuela y un ejecutivo picándose por ver quién llega antes”.
Volviendo a su negocio, Miguel comentó que el nombre de ‘El rincón de Don Quijote’ surgió en honor a Castilla-La Mancha, “un nombre auténtico español y que sea difícil de pronunciar, aunque al final todo el mundo lo llame ‘Don Qüiyot’”, explicó. Además de la gastronomía, este cocinero también ha conseguido que su clientela aprenda otras costumbres españolas, como comer pan rebañando salsas o beber del botellín; también intento que aprendan a que las tapas pueden comerse de donde se sirven y no hace falta un plato adicional. También ha enseñado a los clientes fijos, esos que ya son de la casa, a pedir la cuenta diciendo: “la dolorosa, por favor”.
Por si viajan a este país, no olviden consultar antes la web: HYPERLINK "http://www.herrquijote.at/"www.herrquijote.at.
SOBRE TALAVERA. La familia de Miguel está en Talavera y no sabe cuándo regresará, pero sabe que lo hará; “depende de cómo vaya, cuando me haga de oro”, apunta con gran sentido del humor. Además de sus personas más cercanas y queridas, este talaverano echa mucho de menos a la gente española, el clima de este país y, por qué no decirlo, también la comida. De momento, solo viene un vez al año y tiene que aprovechar para pasar también por la tierra de su chica, Alicante.
Aunque separado por muchísimos kilómetros, no puede evitar sentir pena por las que cosas que oye de su ciudad y de lo que evidencia cuando viene y la pisa. Negocios que cierran, decenas de carteles de ‘se alquila’ y población que emigra de manera preocupante, tanto a otras zonas de España como a otros países para labrarse un mejor futuro. Como detalle y para dejar muestra del seguimiento tan cercano que hace de Talavera, Miguel nos trasladó su impotencia al conocer que el estanque de los patos había sido el objetivo de unos vándalos que no tuvieron piedad en destrozar un símbolo de la infancia, la cerámica y la vida de la ciudad.
Mientras tanto, Miguel y Rocío siguen labrándose un futuro en su vida, de momento muy lejos de la tierra que les vio nacer pero, ¿por qué no soñar con que algún día ‘El rincón de Don Quijote’ tenga franquicias fuera de Austria?