Una de las principales consecuencias de una recesión económica, prolongada o no, es habitualmente la expansión de un movimiento social de cambio en el pueblo que la sufre.
Atmósferas de creciente conmoción política suponen un paso intermedio entre dos puntos de estabilidad cíclica. Sin miedo a admitirlo, y tal y como ocurren desde la vieja Europa hasta la emergente Latinoamérica, la inundación de las cloacas políticas a causa de desagradables y a menudo impunes corruptelas en citadas etapas de sensibilidad magnificada e inestabilidad en el panorama político, son capaces de poner a todo modelo político convincente y esperanzador en facultades más que suficientes para ganar unas elecciones. Siempre y cuando éstas respondan a un sistema legal y justo que de verdad premie la verdadera decisión de los ciudadanos.
Del mismo modo, toda crisis económica habitualmente fragmenta las fuerzas políticas en una distribución de creciente apoyo a partidos antes considerados de pequeño y mediano tamaño. Todo ello, sumado a manifestaciones tan representativas, y un alto poder de participación dibuja en el horizonte próximo un cambio radical en el proyecto político nacional. Poniendo en jaque la tendencia histórica de una nación desde toda perspectiva. Algo que a menudo es subestimado por el Gobierno Central con recelo y una perezosa mirada. Menospreciando un leitmotiv que de forma clara se prepara convencido para la declaración unilateral de cambio motivada por la disconformidad de todos aquellos que están dispuestos a lanzar un voto estratégico en apoyo a quienes el poder aún no ha erosionado. Es por esto que hoy los resultados de los sondeos en nuestros no dejan indiferente a nadie. Y es que los números de participación y el empoderamiento de los ciudadanos en materia política ante el abanico de opciones en las urnas y los resultados cosechados por cada una de ellas supone una poderosa arista emergente hasta hoy desconocida. Tanto como para mostrar en el panorama actual la candidatura realista de cuatro fuerzas políticas al poder. Tres de ellas separadas por cuestión de décimas porcentuales. Así como por las consecuencias que ha de acarrear un empate técnico y la escasa experiencia de nuestro país en materia de diversidad real en la forma histórica de hacer política.