Gallinas y cerdos

Me explicaré: la diferencia entre colaboradores y comprometidos se explica gráficamente ponderando la excelencia de una tortilla francesa rellena de jamón. En ella, las gallina colabora pero el cerdo se compromete.

Cuantos más colaboradores, más palabras y más audiencia. Cuantos más comprometidos, más pegada y mayores resultados —todo lobos solitarios dispuestos a la inmolación personal—. “El compromiso es un acto, no una palabra”, decía Jean-Paul Sartre, pero no sé donde escuché que “un compromiso total es de suma importancia para alcanzar el máximo rendimiento”.

Ahora que la Argentina anda en solfa, quiero recordar una frase de Juan Domingo Perón, aquel argentino nacido en Lobos: “La verdadera colaboración no es alabar siempre, sino señalar los errores, hablando un lenguaje claro de realidad, de verdad y de amistad. El verdadero amigo es el que aconseja, y si es el enemigo el que habla, es mejor que esté cerca.” Cuando llegó al poder, disolvió los tres partidos que se habían creado para sostener su candidatura —el Laborista, la Unión Cívica Radical Junta Renovadora y el Partido Independiente— y los unificó en una sola organización política llamada primero Partido Único de la Revolución y luego simplemente Partido Peronista o Justicialista.

Sin gallinas y cerdos, la política democrática no resulta manejable. Hasta don “Arturo/Mas/que/San/Pedro/se/lo/bendiga” necesita jugar a que no se cumpla la Constitución española que deja muy claro que han de ser mayoría de los españoles quienes aprueben la independencia de una parte de España. De hacerse esa consulta, una gran mayoría de votos estaría a favor del “sí, bwana”, y a “don Arturo/que/San/Jordi/lo/glorifique” se le acabaría el gas de las prebendas. Sin una bandera enemiga enfrente, la vida es un rescoldo estelado pero sin magia.