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20 de noviembre

20 de noviembre

miércoles 25 de noviembre de 2015, 11:24h

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Les prometo por mi honor que yo no soy franquista ni de derechas, muy al contrario, pero, ciñéndome a la evidencia y abriendo los ojos de par en par,

hay que reconocer que los fracasos e injusticias de los políticos de la falsa democracia española, están logrando lo que parecía imposible: que la figura de Franco, denostada, desprestigiada y rechazada por los españoles, vuelva a brillar.


El 20 de noviembre se cumplieron 40 años de la muerte de Franco. Su muerte fue aprovechada por el propio franquismo para renovar el sistema y realizar cambios que garantizasen el poder futuro a las mismas familias económicamente potentes y poderes que controlaban el régimen, incorporando también a los políticos, que eran los grandes ausentes del viejo franquismo. A eso, sin más, le llamaron "democracia" y los españoles se lo creyeron.


España lleva 40 años viviendo en una falsa democracia que, en buena medida, no es otra cosa que una renovación, del viejo franquismo, gracias a la cual, las mismas familias predominantes y los mismos poderes, ahora aliados con los políticos, siguieron controlando el sistema y dominando España. Lo que entonces llamaron "democracia" y presentaron ante los españoles como una gran conquista, no era sino una dictadura camuflada. Digamos que se instituyó un estado, integrado por las familias poderosas del Franquismo y por dirigentes de los nuevos partidos políticos, una élite que fue construida con la ayuda de Estados Unidos, República Federal Alemana, Inglaterra y Francia.


A los españoles se les engañó, con la ayuda de un periodismo que renunció a su sagrado deber de contar la verdad, diciéndoles que el país abrazaba, por fin, la deseada democracia, cuando en realidad nunca se cumplieron las reglas básicas de ese sistema: ni una ley igual para todos, ni separación de los poderes básicos del Estado, ni controles suficientes al poder político, ni una sociedad civil fuerte e independiente, ni protagonismo alguno del ciudadano, ni respeto y defensa de los valores, principios y derechos básicos. Esa es la verdad. En suma, y sin ánimo de exagerar, la España del presente es el fruto de uno de los engaños mejor montados y vendidos en el Occidente moderno. ¿O no?

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