El actual panorama político español inestable. Los ciudadanos han mostrado ya de forma creciente su rechazo hacia las prácticas de sus Gobiernos Centrales.
Instituciones lideradas por partidos políticos que recientemente sufrieron una pronunciada caída de escaños autonómicos y respaldo popular en los municipios del país. Del mismo modo, a base de una mala praxis, estos partidos han fomentado la aparición de un movimiento político en parte racional y en otra emocional. Corriente representada predominantemente por fuerzas políticas de izquierda alternativa. Además, ha puesto definitivamente al desafiante soberanismo en facultades suficientes de poseer de legitimidad en un irracional proceso secesionista. O al menos de reforzar la idea de posesión del mismo. Fortaleciendo hoy una amenaza capaz de poner en jaque la cohesión territorial y la unidad en Cataluña. Algo que, antes de mencionar a Cataluña entre estas palabras, ya partía dividida.
Es por esto que la realidad actual no deja indiferente a nadie. Por la falta de transparencia y exposición de nuestro Gobierno Central. Por la pasividad e influencia percibida del poder judicial. Por un incremento de la participación en materia de política no evidenciados desde épocas de la transición. Por el amplio abanico de opciones en las urnas y los últimos resultados cosechados por cada una de ellas. Por la carencia de diálogo y vías de solución en los conflictos hoy abiertos en nuestro país. Pero especialmente, por la disconformidad de una parte de la población que lanzó y lanzará un voto estratégico en apoyo a fuerzas alternativas e/o independentistas. Dato muy relevante en una época donde los populismos que lideran conocidos países en Latinoamérica sufren una profunda crisis derivada de las conductas dictatoriales, el fraude electoral, y economías recesivas azotadas por ya acostumbrados escándalos de corrupción. Algo muy significativo en nuestro país. Donde a pesar de dicha imagen procedente del contexto internacional, lucen todavía como exitosas las propuestas separatistas, obsoletas, emocionales y poco enfocadas en programas electorales que llevar a término en pos de la prosperidad y el estado del bienestar.