No me refiero a la afamada película del director Sam Peckinpah y que protagonizó el mítico Steve McQueen, sino al espectáculo, bochornoso a mi parecer, que estamos observando a cuenta de la confección de las listas
que el Partido Popular ha elaborado con sus candidaturas a las elecciones generales que se celebrarán casi a la par que el sorteo de la lotería de Navidad.
No osaría yo a utilizar el símil que vé a nuestra región como un barco que se hunde, como coto de cargos públicos para el PP, y a los políticos que lo abandonan como roedores de gran tamaño. No osaría ni oso a utilizar esa odiosa comparación, pues ni Castilla La Mancha debe ser tenida como barco de transporte de puestos dónde estar colocados, ni los dirigentes del Partido Popular deben ser llamados ratas por su apresurada huida a los confortables sillones del Congreso y del Senado.
Pero si me atrevo a pediros, amables lectores, sobre todo a aquellos que en las últilmas elecciones municipales y autonómicas ejercisteis vuestro derecho al voto en favor de las candidaturas del albatros, que no gaviota, que reconozcais a quienes de entre aquellos que os pidieron el apoyo para defender vuestros intereses en ayuntamientos y cortes regionales, les ha faltado tiempo para colocarse en los puestos de cabeza que les permitan continuar disfrutando de los sueldos y prebendas de los cargos públicos y quienes, a pesar de estar en una oposición no muy agradecida, permanecen dignamente en los puestos para los que los elegísteis, mostrando el mismo pundonor que los musicos del Titanic.
Dirán para justificar su actuación que atenderan debidamente ambas actividades, que la ley considera compatible el ejercio de ambos puestos o que el actual presidente García Page también lo hizo. Todas excusas de mal estudiante y remisiones al paupérrimo argumento del "y tu mas".
Quizás se considere necesaria la censura a aquellos que huyen, pero mas necesario es el reconocimiento a todos aquellos que permanecen al cien por cien en los puestos para los que fueron elegidos sin escuchar los cantos de sirena que llegan desde la Carrera de San Jeronimo o la Plaza de la Marina española.
Al final, al comprobar como un reducido número de personas se reparten todos los cargos electos, que siempre son los mismos nombres los que aparecen en los carteles electorales, que nos pretenden vender que ellos valen lo mismo para un roto que para un descosido, al final todo eso nos hace pensar que los que les acusan de ser una oligarquía puedan tener razón, que desgraciadamente no se equivoquen del todo cuando les llaman casta.