Hoy, en pleno camino hacia la recuperación, España atraviesa un momento de incertidumbre tan trascendental como delicado.
Como si de un equilibrista de un caótico circo se tratara, los pasos hacia delante emprendidos no sin esfuerzo, en una fina cuerda tendida por estamentos europeos, provocan una sensación de duda e inestabilidad fácilmente de quebrar empujando al país a otra nueva caída. Todos los avances experimentados suponen un logro todavía pendiente de visibilidad en el aspecto micro o familiar, así como de tendencia y sostenibilidad en el tiempo. Y es que, toda esta andadura al frente de la crisis, puede convertirse en un camino en balde si de nuevo, no se hacen las cosas como deberían. Y para ello hemos tenido ya un proceso de recesión ejemplificante del que deberíamos haber tomado lección todos y cada uno de nosotros. Especialmente aquellos a los que confiamos nuestro voto. Esa es sin duda la forma más inteligente de abandonar un proceso recesivo prolongado y forma más importante, no incurrir nuevamente en el mismo.
Inestabilidad política, conductas reaccionarias, movimientos emocionales y radicales, así como experimentos que caminan en el borde entre lo alternativo y lo extremo, evidencian más que nunca que este país necesita cordura, estabilidad política y buen uso de la diversidad actual, así como especialmente certidumbre y rigor representados por planes políticos enfocados al interés común y la sostenibilidad de un proyecto cuyo objetivo no es otro que una segunda España próspera y aprendida.
En este sentido, sobran las brechas y rupturas de la unidad territorial del Estado, está de más el oportunismo político, los baños de masas y el populismo, no necesitamos instituciones y estamentos políticos donde el Gobierno en cuestión tiene dificultad a la hora de gobernar por la falta de cooperación y la carencia de una oposición enriquecedora –independientemente de la fuerza política de la que se trate y el ámbito a analizar–. Tal y como debiera ser en un sistema democrático y una clase política preparada para asumir el reto presente. Por ello, de cara a la importante cita electoral que acontece, señores, el verdadero reto reside en crear un proyecto verdadero para una próspera España, mostrar al pueblo la capacidad y seriedad a la hora de hacerlo, así como fomentar el juicio crítico del pueblo y quienes lo gobiernan. Pues sólo de esta manera caeremos en el futuro, en la misma incertidumbre, resignación, incredulidad, desidia y desconexión política que hoy acusa España.