Después de esbozar todo el problema de los migrantes, yo creo que es imprescindible aclarar como se debe abordar el problema, y cuál puede ser la solución menos mala.
Es cierto que lo prioritario es atender a las personas que lo necesitan. Especialmente a las más vulnerables. Primero ayudarlas y permitirles la satisfacción de las necesidades básicas, sin más preguntas al respecto. No podemos ponernos a deliberar y luego legislar, y ellos muriendo de hambre o de frío.
En segundo lugar debemos aceptar que todos somos migrantes, que este problema es inherente a la especie humana y se seguirá produciendo mañana por la mañana. Los criterios han de ser universales y permanentes. Y no pueden estar sometidos a los postulados jurídicos ni políticos del derecho nacional. Nos puede producir muchos desaguisados esta postura.
Debemos reconocer que los criterios que nos han traído hasta aquí –los de la primacía exclusiva del estado del siglo XVII- fueron muy válidos en el pasado. Ellos nos permitieron regular muchos derechos de los ciudadanos. Pararon las guerras de religión y opinión. Pero ahora ya no nos resuelven los problemas trasnacionales. Ya vivimos en una aldea global y la legislación ha de ser para poder sobrevivir y convivir en esa aldea de la que ya formamos partes todos sin exclusión. Muchos autores están escribiendo acerca de la UE con ciertas críticas. Y no se dan cuenta que todos quieren venir aquí porque, precisamente, se ha conseguido un espacio de paz y prosperidad. El problema no puede abordarlo sola la UE. Si no la totalidad de los estados. No se puede resolver el problema de la pobreza pidiéndole solo a los ricos que ellos den de comer a los pobres. Eso no ha funcionado nunca. Lo que mejor ha funcionado han sido leyes globales que rápidamente den de comer a los pobres, por supuesto, pero que inmediatamente les enseñen a pescar para que sobrevivan por sus medios y con regulaciones equilibradas. Si no aceptamos que el mundo de ayer ha muerto estrepitosamente y que necesitamos urgentemente concepciones nuevas, no solo no resolveremos el problema, sino que no habremos iniciado el planteamiento adecuado para algún día resolverlo. Se nos hace imprescindible que regulemos, entre todos y para todos, es decir, por agencias al nivel del globo: Quién y cómo alimenta a los migrantes en estas situaciones. Si se integran, en qué condiciones. Si deben regresar, en qué términos se hará cuando puedan ser reintegrados en sus países de origen. Ha de quedar muy claro quién es el causante de estos desastres, quién le puede combatir, le detiene y lo pone a disposición de cortes internacionales. Qué pena se le impone y en que responsabilidades incurre.
Si así abordamos este espinoso asunto, comprobaremos que servirá de pauta para otros muchos. Nos encontraremos con fuertes, fortísimas resistencias de personas e instituciones que quieren que nada cambie porque a ellos ya les va bien. Y que nos acusarán de lo que sea con tal de que no modifiquemos su estatus de privilegios.
Pronto, cualquier mañana descubriremos que los conceptos que ayer manejábamos ya no nos sirven para nada. Que necesitamos urgentemente conceptuar de forma diferente lo que en la práctica ya estamos haciendo. ¿Y qué es lo que estamos haciendo? Pues, sencillamente, atender a seres humanos en función a sus acuciantes necesidades sin preguntarles nada acerca de: Que religión profesan, de que país vienen o van, cuál es su condición sexual o cual es el color de su piel. No les preguntaremos si han sido ricos o pobres, de izquierdas o de derechas, que si religiosos o laicos, nada de eso haremos. Ello nos demuestra que a partir de ahora deberemos regular a los seres humanos con el criterio de que todos pertenecemos a la misma especie, que debemos emitir legislaciones generales para convivir entre todos nosotros, respetando el trabajo y el esfuerzo de los que lo hayan realizado, pero compartiendo lo básico con los demás. Esa mañana descubriremos que puede que las religiones, los derechos nacionales, las razas, los criterios políticos, son asuntos del pasado, de otro mundo, pero que ya no nos sirven para resolver el presente y menos aún nos servirán para afrontar…El futuro.
Es absolutamente imprescindible que no reconozcamos la soberanía absoluta de los estados, que la legislación sea internacional y que los estados estén obligados a cumplirla. Que creemos “Territorios ONU”. Lugares que estén bajo jurisdicción única de la ONU y que las personas se sientan protegidas allí, sin estar sometidas al tirano o aprovechado de turno.
Primero darles cobijo, pero hemos de abordar el problema de los migrantes… Entre todos y …Para todos. Con leyes universales para toda la especie y para todo el globo.