Con esta rotundidad ha de ser anunciado. Porque los grandes principios allí esbozados, pactados y aplicados hasta la extenuación, se han agotado.
Necesitamos una nueva concepción del mundo que habitamos. Si disponemos y aplicamos esa nueva concepción, con sus nuevos y grandes conocimientos, construiremos un planeta Tierra mucho mejor para todos, y quizá con un sistema cultural y político duradero mientras continúe la especie animal llamada, Homo Sapiens sapiens.
En aquel momento -1.648- se pasó de lo pretendido universal a lo local. Ahora necesitamos como el comer el ir a conceptos universales de verdad, es decir, Terráqueos, para intentar resolver este –que hoy es acuciante- y otros muchos problemas de convivencia entre todos los componentes de la especie. Todos somos el mismo, y todos tenemos derecho a sobrevivir y convivir con igualdad de oportunidades este maravilloso globo, y hacer de él un huerto para que nos alimente y un jardín donde disfrutar de la maravillosa aventura de la vida.
Con la paz de Westfalia se pactó pasar de aplicar conceptos de reglas de moral internacional –en aquel momento la cristiana católica- para aplicar criterios que se definieran desde el estado y para sus exclusivos intereses. Allí nació la Razón de estado, el Poder del estado, la Política de estado y la Soberanía nacional. También los claros y definidos límites territoriales estatales y la inviolabilidad de las fronteras. Hoy ya no nos vale esta forma de pensar y actuar. Una enfermedad contagiosa no puede dejarse al arbitrio de un estado, ni la seguridad nuclear, ni las corrientes migratorias. Ni siquiera su política más concreta, porque con ella puede ocasionar miles y miles de enfermos o desplazados que deberemos –por humanidad universal- curar, alimentar o proteger nosotros, con el consiguiente desaguisado de todo tipo que esa situación crea. Los criterios que hoy son imprescindibles han de ser al nivel de toda la especie. Los ha de propagar y aplicar UN, y para todo el globo. Si lo hace la UE o EEUU parecerá que son parte de su política estatal y que persigue sus propios intereses. Si lo hace la ONU aceptaremos que son criterios universales y duraderos. Esta sí que puede y debe parar al sátrapa de turno, o a las élites familiares que pueden dejar un territorio como un desierto buscando única y exclusivamente sus propios beneficios de familia. Con estos nuevos criterios que darán lugar a regulaciones de leyes internacionales y de obligado cumplimiento de los estados, se las puede imponer a estos cuando -como en este caso- arruinen a su población, la someta a la destrucción y la muerte y otros deberán acogerla, y en muchas ocasiones alimentarlas de sus presupuestos nacionales, mientras unas élites o familias deshumanizadas se enriquecen a costa de este sufrimiento.
Los estados ya no son inviolables, la ONU debe regularlos. Ha de crear una legislación que proteja a una persona y especialmente a mujeres y niños se hallen donde se hallen. Estos deberán ser protegidos y puestos a disposición de Agencias de protección internacionales para que les facilite un futuro cierto. Ahora se hace más necesario que nunca el hecho de que la ONU disponga de territorios propios que puedan acoger a esa población bajo su custodia. Territorios bojo su jurisdicción donde impere su única legislación.
Hasta ahora se ha aplicado la forma novedosa de entender la política que nació con dicho acuerdo de Westfalia, ello significó un avance por la concreción y el desarrollo del concepto de ciudadano. Hasta ese momento solo existía el de creyente y el máximo representante religioso era su único líder. Con esa nueva regulación nacieron las autoridades estatales y la sujeción al mundo del derecho nacional. A veces sin restricción moral alguna. Ya sabemos que ello nos llevó al Nacismo, al Fascismo y al Comunismo. Donde la palabra del gobernante de turno era… Palabra de Dios.
Hoy ya no vale la palabra única del gobernante estatal. Necesitamos unos criterios internacionales, globales a toda la especie.
La primera ley es que el planeta Tierra es de toda la especie humana. Es imprescindible que existan los estados y los derechos nacionales, pero estos ya no son absolutos y han de regirse por criterios que nos afecten a todos. Lo contrario es simple y llanamente… Nacismo.
El principal problema que hoy plantea los criterios de Westfalia es que si un estado es inviolable, los locos de turno, o los simples egoístas que no les importe lo más mínimo un criterio de humanidad pueden perseguir a sus compatriotas y obligarles a dejar el país. ¿Pueden ellos, los que se quedan, hacer de su capa un sayo? ¿Debemos respetar los límites territoriales y no hacer nada? Al mundo que debemos avanzar es a una regulación de aspectos básicos del ser humano. Como el derecho a sobrevivir en paz con sus semejantes. Incluso con territorios declarados “Territorios ONU” donde no dependa de soberanía estatal alguna. Los migrantes han de ser atendidos con leyes dictadas por los estados dentro de sus fronteras, pero surgidas, defendidas y si es necesario obligando a los estados a cumplirlas, emanadas de los organismos planetarios.
De ahí la frase rotunda…Westfalia ha muerto.