El pasado 23 de abril de 2014 se ponía punto y aparte a una importante investigación policial que se saldó con la detención de un joven de unos 27 años en Estepona como presunto autor de acosar a 283 chicas de entre 13 y 16 años mediante la técnica del 'grooming' y que actualmente se encuentra en prisión preventiva y sin fianza en Alhaurín de la Torre. Este hombre simulaba ser un atractivo joven para ganarse la confianza de las niñas y, a medida que crecían la confianza entre ellos, empezaba a demandar a las menores fotografías de contenido sexual. En caso negativo, realizaba montajes con las imágenes de perfil de las chicas insertadas en cuerpos desnudos para chantajearles con su publicación.
Papel relevante el que tuvo la Policía Nacional de Talavera en esta operación, ya que la denuncia de una joven de 13 años levantó la alerta en todo el país y permitió que se desplegara un dispositivo para localizar a este individuo, que supuestamente habría acosado a casi 300 niñas. Si la historia por sí misma pone los pelos de punta, es espeluznante escucharlo de la boca de un padre, salvo que esto pueda servir como bálsamo para muchas heridas abiertas y como acicate para ayudar a muchas otras víctimas.
Acercamiento a la víctima con un perfil falso
En verano de 2013 fue cuando esta joven se encuentra con su enemigo, envuelto en la personalidad de un chico de 15 años, rubio, futbolista, atractivo y con unas aficiones idénticas a la de su víctima. La plataforma donde comienza la historia es Tuenti, donde previamente él ya había examinado al milímetro el perfil de su objetivo para venderse como el prototipo ideal. Las conversaciones a través de la red social y el acercamiento entre ambos propició que intercambiaran sus teléfonos y comenzaran otras conversaciones más personales vía 'Whatsapp'.
Tiene cerca de 30 años pero sabe como actuar con chicas con la mitad de su edad para camelarlas. “Daba la sensación de cercanía y familiaridad”, relata nuestro testimonio, hasta el punto de que llega la propuesta de conocerse en persona. Mientras todo esto sucede a espaldas de sus progenitores, la chica “deja al típico noviete de instituto y se enamora de éste sin conocerle”. Esta espiral maquiavélica no se para y ella entra en el círculo vicioso de la que obedece a sabiendas de que el cariz que toma la situación se está escapando de sus manos, pero “está totalmente entregada al desconocido”.
Exigencias, amenazas y coacciones
No tarda el verdugo en acelerar la relación con su víctima. En octubre de 2013 comienzan las exigencias, “ya no sugiere, sino que pide”. Comienzan las conversaciones a través de aplicaciones audiovisuales, aunque “él alude siempre a problemas de conexión para no mostrarse en persona; la presa es fácil, se lo cree y sigue cayendo en sus redes”. Las fotos que muestra él siempre son de carácter normal y habitual, mientras que comienza a solicitar que las de ella sean en ropa interior. Ante las primeras negativas de la joven, empiezan las amenazas con decir a sus padres lo que está haciendo.
“Ella sólo piensa que está pirado, pero no que esté suplantando a una persona y una vida”, sostiene el padre. A finales del mismo mes la conducta de su hija se ha tornado algo violenta y agresiva, lo que levanta algunas sospechas entre la familia. A estas alturas, el supuesto agresor ya está pidiendo imágenes de contenido sexual explícito, como la masturbación. Ante este brete, nuestra víctima no se percata del peligro, se lo cuenta a una amiga y descubren el juego del chico en la red social al ver que todos sus contactos son chicas y que dice tener un hermano gemelo. “Aún así, ella saca la conclusión de que sólo es un pervertido”, relata el progenitor.
El detonante, el 31 de octubre de 2013
El nivel de las peticiones sigue subiendo y la noche de Halloween llega el detonante al coaccionar a la víctima con grabarse realizando zoofilía. Esa encrucijada entre el miedo a que sus padres se enteren y el mantener su honor ante tales peticiones hace que la joven se decida a coger el teléfono a las dos de la mañana y contarle a su padre todo lo acontecido, llegando a manifestarle que ese juego que la llevó a estar entre la espada y la pared hizo que por su cabeza pasara el “quitarse de en medio”.
El 1 de noviembre de 2013 le tomaron declaración en el Juzgado número 2 de Talavera, después de que el padre comprobara, de forma bastante detallada, las conversaciones mantenidas entre su hija y el ficticio chico de 15 años. Para este hombre una frase se queda grabada dentro del discurso que los psicólogos ofrecen a su pequeña; “las redes sociales están para disfrutar con los amigos no para hacerlos”. La operación comenzó de manos de la Jefatura Superior de Policía de Castilla-La Mancha y del Grupo I de protección al Menor de la Unidad de Investigación Tecnológica de la Comisaría General de la Policía Judicial, aunque también fue esencial el inicio del proceso desde la Comisaría de Talavera.
Los investigadores localizaron los diferentes perfiles relacionados con el individuo hasta llegar a identificar al autor. “Es un verdadero hacker, utilizaba varios servidores”, aseveró nuestro entrevistado. En sólo cinco meses se hizo con 300 contactos de chicas de entre 13 y 16 años. El presunto autor era reincidente, ya que en febrero de 2013 salió de prisión tras ser denunciado por abuso sexual, aunque se consideró el delito en grado de tentativa al no llegar a consumarse. No negociaba con las fotos, pero sí con los vídeos; sus contactos llegaban hasta Holanda o Irlanda.
Tras localizar su vivienda en Estepona en diciembre de ese año se rescataron discos duros y otros suportes de almacenamiento masivo que contenían miles de fotos. El caso fue derivado al Juzgado número 9 de Granada aunque hasta el momento sólo 18 chicas se han atrevido a denunciar. Por eso, este padre coraje quiere hacer un llamamiento para que las que sufrieran este tipo de delito lo pongan en conocimiento de la autoridad y se haga justicia con todas estas menores.
“Doy gracias a que mi hija fue valiente, cogió el teléfono y me dijo: papá no puedo más”, resume con una fortaleza admirable, para continuar señalando que “quiero que sirva para ayudar a otras víctimas y evitar que otras muchas lleguen a serlo algún día; es un infierno que se termina extendiendo a todo el núcleo familiar”.
El día a día después
A partir de entonces, y a la espera de que la justicia siga avanzando en el procedimiento, esta víctima sigue controles psiquiátricos y de terapia, además de estar controlada por horario en el uso del ordenador y el móvil. Debido a la temprana edad de estas chicas, surgen manifestaciones atípicas ante un agresor similares al Síndrome de Estocolmo, “para ella es como una historia de amor rota”.
Desde la Policía Nacional apuntan a la mayor vulnerabilidad de los menores en este tipo de acoso por la falta de cultura de privacidad, la menor consciencia en los riesgos y el exceso de confianza o la etapa de despertar sexual y sexualización precoz de la infancia. Por ello, ante cualquier sospecha de un hecho que pueda ser constitutivo de delito se debe denunciar ante la Policía Nacional (Brigada de Investigación Tecnológica) o al Grupo de Delitos Telemáticos de la Guardia Civil, en los siguientes teléfonos: 915 822 751 / 752 / 753 / 754 / 755 o el 900 101 062. También en los correos: delitos.tecnologicos@ policia.es o en la web www.policia.es/bit/.