Dos de las 25 personas que viajaban a bordo del barco que se hundió cuando cubría la ruta entre las islas de Lombok y Domodo siguen desparecidas, después de que se haya rescatado a otros ocho turistas y cinco tripulantes, que se suman a los diez que se habían salvado del naufragio en esta zona de Indonesia. Un talaverano y su pareja forma parte de esta expedición que, afortunadamente, pueden vivir para contar este infierno.
Este joven es Rafael Martínez, periodista de la agencia EFE, define este calvario como “las 22 horas más horribles de mi vida”. Pese a ello, explicó que: “nunca perdimos la esperanza a pesar del frío, el hambre, los calambres, las medusas, y el cansancio”. La pareja se encuentra actualmente en la localidad de Bima, donde fueron trasladados tras el infortunio.
Los turistas, entre los que se incluía el vecino de la Ciudad de la Cerámica, contrataron el crucero como un viaje de recreo, pero las condiciones de la embarcación y la mala actuación de sus tripulantes hicieron del trayecto una desdichada odisea. “El primer día encallamos en un arrecife, pero pudimos continuar gracias a la ayuda de un segundo barco”, relatan Rafael y su pareja. “Todos escuchamos un golpe pero no sabíamos si el barco estaba dañado”, apostilló.
El día del suceso “el barco iba rapidísimo, no seguía la línea de costa. Estábamos en mar abierto. Un chico francés y yo bajamos a hablar con la tripulación y nos dijeron que todo estaba bien”. El talaverano narra que la gente estaba nerviosa. A las dos de la mañana, el guía de la expedición subía a cubierta y anunciaba la existencia de una fuga en un lateral del barco, había que abandonarlo. “No había cobertura y a la tripulación se le ocurrió encender dos fuegos como señal. Parecían locos, en la popa iba el combustible y se mezclaba con el agua que entraba en el barco”.
Los turistas coinciden en que el barco era antiguo y de madera, “sin seguridad, sin GPS, ni radio ni ningún instrumento de navegación”.
Ante la inminente tragedia se botó una pequeña embarcación salvavidas con espacio para cuatro personas. Todos los que no cabían tuvieron que agarrarse como pudieron a los laterales de la embarcación. Los 5 indonesios de la tripulación estaban encaramados al mástil de la nave, que no terminaba de hundirse. A las 10 de la mañana del sábado el barco terminó de sumergirse en el agua. Un grupo de cinco personas decidió intentar alcanzar a nado una pequeña isla que se veía cercana. Según Rafael, a la mañana siguiente vieron pasar un crucero de buceo, que les rescató y les trasladó a Bima.
Ahora mismo, Rafael y su pareja esperan que los trámites no les retengan mucho más en suelo indonesio, ya que la ansiedad por volver a casa es enorme entre los supervivientes. Esta fatalidad se suma a los cientos de pequeños naufragios que se dan en aguas del sudeste asiático por temporales, infraestructuras precarias y el incumplimiento de las medidas de seguridad.