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¿NO SE PUEDE EDUCAR, SI ESTAMOS FRUSTRADOS?

¿NO SE PUEDE EDUCAR, SI ESTAMOS FRUSTRADOS?

Un día mi mujer me pregunto, Gabri, ¿crees que Mateo es feliz?, mi respuesta fue sencilla, -Si no lo es, lo disimula muy bien.-

miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h

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Recuerdo todavía como un ayer, cuando hablaba con mi mujer sobre la educación de nuestro futuro hijo/a, sobre la necesidad de educarle en la frustración, pero educarnos nosotros en nuestra propia frustración. Y explico bien, si volcamos nuestras expectativas de triunfo, en nuestros hijos/as, seguro que nos decepcionan, si esperamos en vez de aceptarlos, nunca conseguirán hacernos feliz.

Habíamos vivido el nacimiento de tres sobrinos/as, y muchos hijos/as de amigos/as y conocidos, y habíamos vivido como eran los mejores hijos e hijas, eran los más listos, los mas simpáticos, los mas…
Y desde esos momentos mi idea en la cabeza era clara, y empecé a decir algo, que no estaban muy de acuerdo los que me rodeaban, y es que estaría orgulloso de mi hijo/a, aunque fuera el que más tarde ande, el menos simpático, el más torpe en el futbol, el más “cabroncete”, el más feo, etc. Pues solo aceptándolo como es, y no como nos le imagínanos, seremos capaces de ayudarle a educarse en la vida, y disfrutaremos de lo que realmente es.

Para ello debemos de no sentirnos frustrados por lo que nos gustaría que nuestro hijo/a fuera, sino con lo que el mismo y ella está consiguiendo, pues él/ella no comprende esa situación de competición de los padres y madres, en una carrera por demostrar que su hijo/a es el más. Los niños y niñas deben aprender a vivir, y unos aprenden antes y otros después, pero eso no es sinónimo de inteligencia, de mejor niño, de más inquieto, etc., quizás el aprender antes algo dependerá del estimulo que tenga a su lado, del amor que reciba, de las situaciones que viva el niño/a durante su aprendizaje, y eso será responsabilidad nuestra.

En las escuelas de padres y madres, cuando trabajamos la parte más emocional de los padres y madres, trabajamos la aceptación de los niños y niñas, aceptación de cómo son, de cuales son su potencialidades y cuales sus debilidades, de cómo trabajar para potenciar esas debilidades y como aprovechar las potencialidades que presentan los niños/as. Aceptando a nuestro hijo o hija como realmente son, les estamos creando una especie de coraza que le protegerá en su futuro.

Os hago una propuesta de introspección, cuantas veces le decimos a nuestros hijos/as, que son tontos, inútiles, vagos, absurdos, etc. ¿Seguro que no lo hacemos? Son muchas las situaciones, cuando vemos partidos de futbol de los pequeños, y les regañamos por lo malo que son, o les comparamos con quien saca mejores notas, o quizás diariamente le ponemos ejemplos de otros niños/as, de cómo deben ser. Les estamos demostrando diariamente todo lo malo que hacen, todo por lo que nos sentimos desgraciados, y lo peor de todo, les comparamos con otros, dándoles a entender, que preferimos a los otros.

Y entiendo que no es lo que buscamos, y entiendo que no es lo que queremos transmitirles, pero es lo que hacemos. Y en esa introspección que estamos haciendo, busquemos en cuantas ocasiones nuestros hijos/as se comparan con otros niños/as, y nosotros no queremos ver la comparación, ejemplo, “es que a fulanito su padre le deja hacer…” o “menganito se puede quedar hasta las… en la calle”, y nosotros decimos, con contundencia, con solemnidad, “tú no eres fulanito” o “me da igual lo que haga menganito”. Acaso no están ellos haciendo lo que nosotros, comparando niños/as. De donde aprenden. Y un esfuerzo en esa introspección mas, ¿nos gustaría que nuestros hijos e hijas nos compararan con otros padres y madres que tienen artículos o cosas que les gustarían tener, como por ejemplo, un coche mas grande, ordenadores, tabletas electrónicas, móviles, etc., y que nuestros hijos e hijas nos recuerden por lo que le damos material, y no por los momentos en que estamos a su lado cuidándoles y dándoles amor?

La educación de nuestros hijos e hijas debemos planificarla a largo plazo, y desde el primer momento, esforzarnos para conseguirlo, además crearnos objetivos justos, para que los pequeños y pequeñas puedan llegar a conseguirlos, además objetivos no competitivos, sino objetivos quizás complementarios con otros niños y niñas. Debemos plantearnos como motivar a nuestros hijos e hijas a conseguir los objetivos, y darles ejemplos cercanos, sin comparaciones. Y sus mejores ejemplos somos nosotros.

Empecemos por no insultar sus acciones, si les decimos que es tonto, se convertirá en tonto, y si le decimos que es malo, se hará malo. Dejemos de comparar sus notas, pues quizás el comparé que tú tienes peor empleo o peor coche, o simplemente no tengas estudios, por lo cual, no valdrán las comparaciones.

Empecemos a ver que le gusta, que le interesa, y ayudémosle a que desarrolle sus propias habilidades, sus destrezas, apoyémosle en lo que se siente más débil, enseñémosle a desarrollar otras capacidades y eduquémosle en valores, así haremos un niño o una niña feliz.

Un día mi mujer me pregunto, Gabri, ¿crees que Mateo es feliz?, mi respuesta fue sencilla, -Si no lo es, lo disimula muy bien.-

Objetivo Cumplido. Aceptamos sus debilidades y le hicimos sentirse feliz.
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