MAR LÓPEZ
Escribir nuestra propia historia.
Tomar las riendas de nuestro destino supone asumir una responsabilidad, un riesgo; supone aceptar que de nosotros depende lo que va ocurrir, o no, en nuestras vidas.
miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h
“Cada mañana Eva se mira al espejo nada más levantarse, antes de hacer cualquier otra cosa busca su imagen reflejada en ese cuadrado que, disciplano, todos los días le devuelve
su propio reflejo, del modo más objetivo posible.
Después sube la persiana de su habitación y mira a través de la ventana qué tal día hace. Todos los días el mismo ritual, esos gestos que se repiten de modo totalmente mecánico,
inconsciente, y que son el preámbulo del resto de cosas que se irán produciendo a lo largo de la jornada.
Es una especie de “madrasta de Blancanieves”...
... que busca respuestas a preguntas no formuladas, atajos que no llevan a ninguna parte, redes que no protegen de posibles
caídas, excusas para errores no cometidos.
Si hace un sol radiante y no tiene ojeras… ¡eureka! hoy la vida le sonríe y parece que la suerte vendrá de cara… por el contrario si llueve a cántaros y una impertinente espinilla ha
tomado posesión del pómulo izquierdo ¡maldición! hoy la vida nos intentará jugar una mala pasada y la suerte, sin duda alguna, nos será esquiva…
Tras la ducha, Eva desayuna de pie en la cocina, un café rápido mientras echa un vistazo, a través del móvil, a su horóscopo del día; ella es “libra” por lo que necesita cierta armonía y
equilibrio en su vida. Ella sabe que mucha gente no cree en estas cosas pero los hechos le han demostrado en multitud de ocasiones que las predicciones diarias le han sido de gran
utilidad para tomar decisiones acertadas en cuestiones importantes. Hoy se le ha hecho un poco tarde y no le ha dado tiempo de preguntar a Mario, su pareja, como se siente esta mañana… Llevan ya casi dos años viviendo juntos, así que él ya sabe que lo que ella siente, lo importante que es en su vida… ¿Para qué perder tiempo en algo más que sabido?
Cuando llega a la parada del autobús, ve como el “1”, el que la lleva hasta la puerta de su oficina, acaba de arrancar, corre detrás de él pero el conductor, pese a verla con total
claridad, no para, con lo que tiene que ir andando… ¡hoy llegará tarde y su jefe le echará una bronca monumental! ¡Si ya lo sabía ella!” Al llegar a su trabajo, el ascensor está “fuera de servicio”, ha de subir por la escalera los 7 pisos, su compañera la ha mirado con mala cara, con un mudo reproche por su retraso, ha discutido con el responsable del departamento de publicidad y para colmo el camarero le ha tirado encima la coca-cola de media mañana… ¿Qué más puede pasarle hoy? ¡Todo
me sale mal! ...
Visto así, desde fuera, con total objetividad, y sin dejar que entren en juego emociones o supercherías, analizando los datos sin interpretarlos, sin pasarlos por esos filtros que hemos
creado como resultados de falsas creencias, parece que no existe relación alguna entre unos acontecimientos y otros. Podríamos decir que de un día lluvioso no se deriva el hecho de que discutamos, necesariamente, con nuestra pareja y nuestro jefe decida que nos baja el sueldo...
Sin embargo, todos en un momento determinado nos hemos dejado llevar por ese relativo “descanso” emocional que nos produce no sentirnos RESPONSABLES de lo que ocurre. Si la
suerte obedece al azar, si lo máximo que podemos hacer es invocarla y propiciarla sin garantía ninguna de éxito, cuando algo no funciona, cuando las consecuencias de lo que hacemos no son las que buscamos, no está en nuestras manos lo que ocurre.Nada podemos hacer para que sean de otro modo.
Pensar que nuestra vida es como un libro en blanco que está escrito con esa tinta mágica, invisible a los ojos pero inmodificable en modo alguno, con el título decidido y todos sus
capítulos terminados, es un vano intento de eludir la responsabilidad inherente al ser humano, pero es también adoptar como hilo conductor de nuestra existencia eso tan conocido de la “profecía autocumplida”: cosas que a fuerza de pensarlas de un modo determinado, terminan ocurriendo así, no porque sean inevitable sino porque todo lo que se hace, o lo que se deja de hacer, va marcando un camino que inevitablemente tiene un solo final.
Es cómodo pensar que la suerte tiene un papel determinante en lo que ocurre, que lo que pasa en nuestro día a día depende de factores externos a nosotros que no podemos controlar. Pero… ¿no es esta una postura infantil y , si me permiten, un poco tonta? Es más costoso asumir que todo lo que deseamos, cualquier cosa que queremos, requiere
una inversión, mayor o menor, de esfuerzo y que dependiendo de lo que hagamos, el resultado será uno u otro. De este modo, los fracasos y los éxitos serán nuestros, y podremos intervenir para evitar los primeros y potenciar que se produzcan los segundos.
Tomar las riendas de nuestro destino supone asumir una responsabilidad, un riesgo; supone aceptar que de nosotros depende lo que va ocurrir, o no, en nuestras vidas.
Si nuestra relación de pareja no funciona, es más eficaz plantearse qué cosas hacemos mal,qué no hacemos, que pensar que una confabulación de hados malvados en contra nuestra. ¿por qué? sencilla la respuesta: en el primer supuesto podemos adoptar medidas, intentar solucionar lo que ocurre; en el segundo… es como ver una película en el cine, por mucho que nos guste, no intervenimos en el guión, no podemos modificar el final por mucho que nos disguste.
Adoptar una actitud positiva y activa implica actuar desde la responsabilidad y la libertad que conlleva el ser adulto y supone contar, siempre, con un margen de maniobra que nos permita enderezar el rumbo de todo aquello que sintamos no discurre por donde queremos que lo haga.
Salir de casa y sonreír al vecino en el ascensor, provocará también su sonrisa al devolvernos el saludo; dar un beso a nuestros hijos, sin motivo aparente, hará que estos se sorprendan y se sientan queridos; preguntar a nuestra pareja cómo se siente por la mañana, le hablará de nuestros sentimientos, sin palabras grandilocuentes, sin necesidad de palabras “cursis”...
Por el contrario, si le damos una patada a un perro… ¡este nos morderá el pie! Si insultamos al conductor que nos la juega en la rotonda de la esquina de casa, él, probablemente, nos
devolverá el insulto en tono más que airado….
Si conociéramos a Eva personalmente, seguramente asistiríamos divertidos a todos estas “manías” suyas y pensaríamos que eran totalmente inútiles; si tuviéramos mucha confianza con ella nos atreveríamos a decirle que eran “patochadas” ( que decía mi abuela). No seríamos capaces de establecer una relación causa/efecto entre ninguna de las cosas que ella relaciona claramente… si cuando Eva vuelve a casa por la noche, cansada de tantas horas fuera, harta de un día con una alta carga de trabajo, su pareja le dijera que sentía que algo entre ellos no iba bien, a nadie ( o casi nadie) se le ocurriría pensar que es debido a que esa mañana, a primera hora, llovía y tenía una espinilla en la cara. Casi todos pensaríamos que una relación de pareja ha de ser cuidada y mimada, que quizá Mario se ha sentido un poco relegado… y desde esa reflexión sería posible buscar soluciones.
Tenemos a nuestro alcance herramientas con las que ir construyendo lo que será nuestra existencia, disponemos de bolígrafos de todos los colores y texturas con los que ir escribiendo en ese libro en blanco que es nuestra vida, podemos invitar a quien nosotros deseemos a ser coautores de esa historia, por un tiempo, o por casi todo el tiempo, podemos añadir páginas escritas por otros autores… pero no debemos dejar en otras manos capítulos enteros , ni fragmentos… ya que , al fin y al cabo, cada uno es el autor de su historia, el responsable del producto final.
La suerte, entendida como azar, existe, por supuesto que existe; simplemente no podemos depender de ella para nada que consideremos importante, ocurra o no. Nos sonríe en un momento concreto y nos favorece, pues ¡genial, disfrutemos de ese aire fresco que nos regala! sin olvidar que…¡quien sonríe primero….!!!! y si no lo hace, simplemente peleemos con más fuerza por lo que consideramos importante.
Es reconfortante, y al tiempo, asusta a veces, saber que solo de nosotros mismos depende lo que somos, lo que hacemos, lo que seremos….Leí hace tiempo en la puerta de un baño:
“La vida es como un libro en blanco... Tienes el lápiz en una mano, la goma de borrar en la otra y todo el tiempo del mundo para escribir la mejor historia…”
Pongámonos a ello… Nadie ha dicho que sea fácil, pero si es ¡apasionante!