Priscilia Carrasco Fernández nació en Gamonal el 6 de febrero de 1925, siendo la tercera de seis hermanos e hija de Maria Fernández, quien también alcanzó la edad centenaria. La familia ha mantenido una estrecha relación con el pueblo, y Priscilia celebrará sus 100 años en la casa ubicada en la Calle Laurel, lugar cargado de recuerdos familiares.
Desde muy joven, Priscilia mostró una marcada devoción religiosa. Fue a Orcasitas para conocer al Papa, disfrutó rezando el rosario y se llegó a saber la letanía en latín. A los doce años, comenzó a trabajar en la casa de los maestros de Gamonal, quienes le enseñaron gran parte de lo que hoy conoce.
Al cumplir 18 años, se trasladó a Talavera para servir en la Calle San Sebastián, y allí, el 27 de septiembre de 1948, contrajo matrimonio con Eutimio, un joven del pueblo al que conoció en un baile y que trabajaba en una finca en Torrejón, cerca de Talaverilla.
La pareja inició su vida familiar en Gamonal, primero residiendo en la Calle Caleruela y luego en la Calle El Salón, donde nació su primera hija, Concepción. Más tarde, se establecieron en la finca de Torrejón, donde nacieron sus otros dos hijos, Gerardo y Asunción. La labor de Eutimio como administrador de la finca marcó el rumbo de la familia: en 1965 se trasladaron a Talavera, en la Calle Gabriel Alonso de Herrera, y en 1967 se mudaron a Madrid, donde Priscilia trabajó en el servicio doméstico y Eutimio se encargó de una tienda de gres.
Posteriormente, vivieron en San Cristóbal de los Ángeles, donde llegó su primera nieta en 1972, y en 1978 se trasladaron a Fuenlabrada, hasta que regresaron definitivamente a Gamonal. A lo largo de los años, la casa de la Calle Laurel se convirtió en un punto de reunión para la familia, siendo testigo de celebraciones como las bodas de oro de Priscilia y Eutimio en 1999, y del juego y la alegría de niños y niñas de seis generaciones.
A los 62 años, Priscilia ya era abuela de cinco nietos (cuatro niñas y un niño). Con el tiempo, su familia se amplió, convirtiéndola en bisabuela de dos niñas y un niño, y tatarabuela de otro niño. En 2014, a los 89 años, Eutimio falleció en su casa, dejando en Priscilia un profundo sentimiento de pérdida, pues para ella era imposible imaginar la vida sin él.
Actualmente, Priscilia sigue viviendo en su hogar, rodeada del cuidado de sus hijos y la compañía de sus nietos, bisnietos y tataranieto. Aunque el paso del tiempo le ha dejado algunos recortes en la memoria, ella continúa disfrutando de su salón, observando la calle y manteniendo siempre abierta la puerta de su patio para recibir a quienes llegan. A lo largo de su vida se ha destacado por ser una mujer trabajadora y servicial, con habilidades en la cocina, la costura, el ganchillo y el arreglo de flores. Entre sus recuerdos más valorados están sus misas, los rosarios, la letanía en latín y hasta las ocasiones en que mandaba callar a Eutimio.
Con motivo de su centenario, la familia se reúne en torno a ella, abarcando a cinco generaciones: Conchi y Manolo; Gerardo y Mari Ángeles; Mari, Raquel, Eva y Gera; Bea y Elena; Alejandro, Victoria, Lucía, Ainhoa, Aitor y Dani; junto con otros familiares cercanos que han compartido innumerables momentos y anécdotas. Esta unión familiar es el mayor homenaje a una mujer que, con carácter austero pero de gran corazón, ha dejado una huella imborrable en todos los que la conocen.