Todo un país pendiente de una decisión o, como dicen algunos, de una estrategia. Eso es lo que ha pasado en este comienzo de semana que consume el mes de abril. El Presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, ha estado pensando durante cinco días si seguir o no y al final ha caído el dado del lado positivo, es decir del sí.
Dicho esto, podemos analizar sus razones, sus valores, sus convencimientos o sus planteamientos pero no tengo ni el espacio ni el tiempo suficiente para mostrarles mi amplia opinión al respecto.
Lo que sí creo, en contra de todos esos que estos días alardeaban de saber lo que iba a ocurrir, es que ni Pedro Sánchez es tan bueno o Feijóo tan malo y viceversa. Es decir, que seguiremos siendo el país que se empeña en destruirse a sí mismo, sin éxito, afortunadamente. Hagan un ejercicio de frialdad mental y piensen entonces quiénes son los héroes y quiénes son los villanos.
El brindis de Sánchez para intentar erradicar los bulos, las denuncias falsas, las presiones políticas al mundo judicial o el mal uso de las redes sociales no se regula sino por medio de la Ley y con un consenso suficiente como para que no existan sospechas de partidismo. Eso sí, partamos de la base que quien quiere controlar a los jueces, sea la izquierda a la derecha –me da igual–, está seguro que la ecuanimidad de la Justicia no existe, porque esa propuesta es una entelequia en sí misma. Si controlamos la Justicia es porque no es tan justa como creemos sino que puede ser manipulada. En definitiva, los políticos creen que es bastante menos independiente de lo que los demás pensamos.
Ese cascabel va a ser muy complicado de colocar porque, además, han bastado dos frases de Pedro Sánchez sobre el fango mediático y el enmerdamiento de las redes para que sus oponentes políticos sigan esa misma estela y le hagan el juego. Nada nuevo bajo el sol. Sigue dirigiendo cada tertulia, cada discurso político o cada reunión de bar y se regocija acariciando su gato en Moncloa con una sonrisa malévola. Más madera.
Y después de todo esto, que se nos olvidará algún día, porque la vida cada vez acelera más rápido… pausa para dedicarle dos palabras a alguien que verdaderamente será eterno. No se ha ido aún pero la noche del 30 de abril de 2024 quedará en todas nuestras retinas como el último partido oficial de Rafael Nadal en suelo español. Él sí quedará en nuestra retina por tantos momentos felices como nos ha hecho vivir, ¡GRACIAS RAFA!