El trastorno del espectro del autismo (TEA) es una condición de origen neurobiológico que afecta a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral. Esta disfunción es crónica y se manifiesta especialmente en áreas como la comunicación e interacción social, y la flexibilidad del pensamiento y del comportamiento.
Según datos compartidos por la Confederación del Autismo en España, este trastorno se presenta en uno de cada 100 nacimientos (1%). En el país, más de 450.000 personas lo padecen, nacen más de 4.500 bebés con este trastorno al año, y existen más de 1.500.000 personas vinculadas a él, teniendo en cuenta a sus familiares.
Con todo esto, y en el marco del Día Mundial de la Concienciación sobre el autismo, que se celebra el 2 de abril, Doctoralia, el Marketplace de salud más grande del mundo, comparte cuáles son algunas de las dudas más frecuentes sobre este trastorno en la plataforma, y les da respuesta de la mano de sus psicólogas expertas, Inmaculada Martínez Sanchis y María Consuelo Vilasánchez, con el objetivo de promover una mayor sensibilidad y una mejor comprensión y concienciación.
María Consuelo Vilasánchez, psicóloga y miembro de Doctoralia, explica que no existe un indicador biológico concreto que indique la presencia del autismo, lo que puede complicar el diagnóstico. En este sentido, será importante ir analizando el desarrollo y estar atentos a algunos aspectos, como su conducta. “El diagnóstico, tanto en niños como en adultos, implica un proceso cuidadoso que deberá adaptarse según la edad de cada individuo” añade Inmaculada Martínez Sanchis.
Sin embargo, son muchos los indicadores de TEA que pueden manifestarse desde antes de los 12 y hasta cumplidos los 24 meses de edad. La doctora María del Castillo Benitez, psicóloga infantil y miembro de Doctoralia, comparte que, por ejemplo, algunos de ellos podrían ser el contacto ocular mínimo, la labilidad emocional, la ausencia de encadenamiento de sílabas, dificultades en la escucha, el retraso en el lenguaje, un bajo interés social y relacional y la autolesión por frustración.
Según las expertas, en niños, el diagnóstico se podrá considerar fiable cuando se cumplan los 2 años, aunque la resolución definitiva se dará cuando la edad sea mayor. El procedimiento implica la aplicación de cuestionarios de pruebas de desarrollo, listas de verificación que comparan al niño con otros de su edad, y la observación del comportamiento en diversos entornos, entre otros. Todo esto siempre liderado por un especialista médico.
“En adultos, el diagnóstico es complejo. En muchos casos, se detecta por dificultades en las relaciones sociales, en el trabajo o debido a la identificación de patrones de comportamiento que encajan con el TEA” explica Inmaculada Martínez Sanchis. A lo que María Consuelo Vilasánchez añade que “el grado suele ser leve y no les interfiere demasiado en su vida, de lo contrario, ya se hubiese detectado en la infancia o adolescencia".
A pesar de la variabilidad en la sintomatología, la doctora Susana Alonso, psicóloga y miembro de Doctoralia, comparte que hay tres aspectos característicos que pueden despertar la alarma y promover la detección del TEA en personas adultas. Por un lado, la dificultad marcada y significativa para interactuar y comunicarse con otras personas, los gustos e intereses no compartidos con iguales y limitados, en cuanto a relevancia y pertinencia de los mismos, y, finalmente, las dificultades en la autonomía y el desempeño personal.
Según afirma la doctora Inmaculada Martínez Sanchis, psicóloga y miembro de Doctoralia, el síndrome de Rett, ha sido excluido del autismo. “Se trata de un trastorno del neurodesarrollo que se caracteriza por una evolución aparentemente normal durante los primeros 6 a 18 meses de vida, seguido de una desaceleración en el crecimiento craneal con pérdida de habilidades motoras y comportamientos que se asemejan a conductas autistas, presentando también dificultades de aprendizaje y comunicación” explica la especialista.
Por el contrario, el Asperger ya no se clasifica como un diagnóstico separado, sino que se incluye dentro del diagnóstico más amplio del Trastorno del Espectro Autista. “El asperger se diferencia del TEA por el lenguaje hablado y la inteligencia poco alterada. Las personas tienen un vocabulario extenso y culto, además de una buena expresión. Pueden llevar una vida relativamente autónoma y les interesa relacionarse con los demás” añade la psicóloga María Consuelo Vilasánchez.
La psicóloga de Doctoralia, Inmaculada Martínez Sanchis, defiende que “no hay suficiente evidencia científica para respaldar el uso de ozonoterapia como un tratamiento efectivo para el autismo”.
Los estudios sobre este tema son escasos, y muchos de ellos presentan limitaciones metodológicas significativas, como tamaños de muestra pequeños, falta de grupos de control. Estos factores dificultan la capacidad de sacar conclusiones firmes sobre la eficacia de la ozonoterapia en el tratamiento del autismo.
En esto, coincide la doctora María Consuelo Vilasánchez: “Sí es cierto que se ha practicado ozonoterapia a niños autistas, y determinados estudios realizados en Cuba dan como conclusión que el aumento de oxigenación cerebral gracias a la ozonoterapia puede influir de manera positiva en el autismo, pudiendo mejorar la atención a la hora de aprender, jugar y sentir empatía. No obstante, se necesita más investigación para establecer o no su eficacia”.
Los niños con autismo acostumbran a tener dificultades para jugar con el resto debido a su baja o nula capacidad empática, su dificultad para comprender y expresarse, y su incapacidad para adquirir el juego simbólico. “Jugar con otros implica interiorizar normas sociales y ponerse en el lugar del otro. Las personas con TEA centran su atención en un objeto, sin participación de otro niño o persona” explica la psicóloga María Consuelo Vilasánchez.
Es por este motivo que se sienten atraídos por juguetes de construcción, peluches y muñecos y juguetes sensoriales y musicales, entre otros. Sin embargo, “aunque el juego con compañeros sea desafiante, con intervenciones y apoyos adecuados, las personas con TEA también pueden participar y disfrutar del juego social” sentencia Inmaculada Martínez Sanchis.
¿Las personas con autismo son más inteligentes que el resto?
La inteligencia no sólo engloba la capacidad mental y cognitiva, sino que supone además una capacidad de adaptación en el ambiente. “Si nos centramos en la capacidad de adaptación, vemos que en la mayoría de casos, las personas con autismo presentan dificultades independientemente de su coeficiente intelectual” explica María Consuelo Vilasánchez, y añade que “el coeficiente intelectual de los niños con autismo puede ser muy variable, ya que no todos presentan una discapacidad intelectual”.
En este contexto, existe un mito basado en que las personas con autismo son más inteligentes que las personas neurotípicas, y esto no refleja la diversidad encontrada dentro del espectro autista. “Las personas con TEA presentan un amplio rango de habilidades intelectuales, que van desde discapacidad intelectual hasta la inteligencia promedio incluso superior” concluye la especialista de Doctoralia, Inmaculada Martínez Sanchis.
Puedes resolver aquí otras de las dudas más frecuentes sobre el autismo de la mano de la doctora Carolina Lozano Fernández, psicóloga y miembro de Doctoralia.