Lo de este último martes de enero en el Congreso de los Diputados ha aclarado muchas cosas. El cabreo de Pedro Sánchez, saliendo a todo correr del hemiciclo habiendo perdido la votación de la Ley de Amnistía, era mayúsculo. Le llevaban los demonios. Lo que me pregunto es… ¿salió raudo a llamar a Puigdemont para pedirle explicaciones? Igual sí.
Mientras, Emiliano García-Page poniendo su pica en Flandes, que es algo dificilísimo. Sus palabras de hace una semana parecieron proféticas. Lo de Flandes no me lo tomen a cachondeo porque la fórmula dialéctica no la inventé yo. En el siglo XVI contratar a soldado que usaba la pica para combatir en esa zona flamenca resultaba extraordinariamente caro. De ahí el significado del poner la pica en tierras de Gante, Amberes y Waterloo.
Dos claras posturas en este lío: la apuesta extrema d los independentistas y el servilismo, con línea roja incluida, del PSOE de Pedro Sánchez. Que los primeros hayan pedido que se perdonen delitos de terrorismo o alta traición es de muy mal gusto. Que Pedro Sánchez siquiera se lo plantease, un escándalo. Que todo haya saltado por los aires, lo lógico.
Ahora, 15 días de más tensión para renegociar y veremos por dónde sale la hemorragia a la que se está sometiendo a este país. Eso sí, nadie ha reparado que al final este asunto de la Amnistía se resolverá en Europa porque podría suponer un notable riesgo para nuestros vecinos.
Pero la pregunta subyace: ¿Quién dará su brazo a torcer, Puigdemont o Sánchez? ¿Se conformará el catalán o se plegará el evocador de la Resiliencia? Antes que Pedro vuelva a cumplir años se resolverán nuestras dudas, pero la pica ya está puesta y los comicios gallegos y europeos, a la vuelta de la esquina.