Como cada año, este fin de semana ha tenido lugar la tradicional celebración de San Antón en la localidad toledana de Gálvez que arrancó el pasado viernes, 19 de enero, con la visita y entrega de Herraduras de San Antón al Colegio Público “San Juan de la Cruz”.
Una fiesta, que es seña de identidad de esta localidad, que está en busca del Interés Turístico Regional y que cuenta con un especial reconocimiento fuera del municipio, ya que suele recibir miles de visitantes, triplicando la población de Gálvez y que este año ha sido de nuevo un éxito gracias a la organización del Ayuntamiento, al frente del cual se encuentra Manuel Fernández Lázaro- Carrasco.
Tal y como aseguraba el alcalde a La Voz del Tajo “en el próximo pleno de la localidad se presentará la solicitud del expediente de Fiesta de Interés Turístico Regional para ser elevado a la Dirección General del Turismo de la Junta de Comunidades y que tras su estudio por parte de la Dirección sea, tras tantas evidencias declarada la celebración de Interés Turístico Regional, una figura que sin duda será buena para la localidad y para Castilla-La Mancha”.
El sábado, 20 de enero, tuvo lugar la celebración de la misa y procesión en honor a San Antón, así como la bendición de los animales en la puerta de la Iglesia de la localidad con el posterior encendido de luminarias, donde cerca de dos centenares de lumbres han iluminado este municipio, quemando miles de kilos de leña por lumbre.
Ya por la noche, a partir de las 21:30 horas, se llevó a cabo la tradicional degustación de Productos del Cerdo en la Carpa Municipal. Como en otras ocasiones, en la degustación todas las personas que lo deseen pudieron probar platos y productos típicos como las migas, las puches, morcillas, guisos de caza y dulces.
Tras la degustación llegó el momento de dar paso a la tradición más querida y esperada de esta fiesta: el cortejo de “sanantones”. Se trata de un disfraz que visten cientos de vecinos y vecinas de Gálvez de todas las edades y que consiste en ocultar el rostro, cuerpo, manos, pies e, incluso, los ademanes típicos de cada persona, detrás de unas vestimentas caracterizadas por ser harapos, ropa vieja y ajada complementada con cencerros, que impiden conocer al disfrazado.
Esto permite que, sin hablar ni tocar, nadie en la noche mágica reconozca al “sanantón” que se acerca a las lumbres. Así se “corre el sanantón”, de lumbre en lumbre, pero ocultando la identidad del disfrazado.