Vaya por delante mi felicitación para todos ustedes. Es de esperar que todos hayan tenido una Nochebuena entrañable y afronten un fin de año de la mejor manera, siempre con las mejores expectativas de cara al 2024.
Leía estos días una frase que me hizo pensar por un momento qué leches hacemos cada día por nosotros mismos. La reflexión decía algo así como “Si piensas en el pasado sufres depresión, si piensas en el futuro sufres ansiedad, pero si disfrutas del presente no tienes tiempo para pensar… solamente vives”.
Esta España que mira ya de reojo a un 2023 que ha sido más convulso que fructífero cada vez está más llena de gentes que o se aferran al pasado más depresivo o se instalan en un ansioso e imposible futuro.
En España cada vez hay más ortegas y más rufianes. Más violentos de palabra, obra y atrevimiento e ilusos que se creen con más derechos que nadie a imponer sus tesis alocadas. Cada vez hay más extremistas de un lado y de otro.
Pero, si nos paramos a pensar cómo han podido llegar a progresar en su influencia de la opinión pública todos estos botarates de rancio facherío o falso republicanismo, la cosa está clara. La culpa no la tienen sino los dos grandes partidos políticos de nuestro país.
Siempre he defendido que PSOE y PP son absolutamente necesarios para España pero su deslinde extremo ha encumbrado a los más insospechados protagonistas de la actualidad para llevarnos a donde estamos ahora: un enfrentamiento absoluto.
Si algo de cordura les quedara a quienes pueden tener responsabilidades de gobierno en esta España que tanto queremos, más valdría ahuyentar a tanto lobo sediento de sangre. Mejor sería pensar en el común de los españoles que siempre han demostrado, urnas de por medio, que las mayorías ni son nacionalistas ni se escoran a la izquierda o a la derecha.
Así nos daríamos cuenta del gran país que tenemos, como bien dijo el Rey en Nochebuena. Quizá, solo quizá, repararíamos en que ahí fuera nos envidian por muchas cosas.