Hace apenas semana y media se suscitaba una importante polémica a cuenta de las tetas de Amaral. He visto criticas de todo tipo en las redes sociales. He escuchado comentarios despectivos provenientes de mujeres y por supuesto de machirulos atemorizados por un pecho femenino. He visto a quienes afeaban la conducta desde el desconocimiento de lo que significan los gestos y el valor que tiene quien los realiza. He escuchado justificar una campaña de marketing y lanzamiento de un nuevo disco de una artista consagrada, que venderá miles de copias y hará cientos de conciertos solo con su nombre y su trayectoria y que no necesita comprometerse en pos del reconocimiento, pero lo hace por justicia e igualdad. Hemos asistido a la ceremonia de la calumnia y el desprestigio por reivindicar, por luchar contra lo injusto. Por no querer que quienes están a nuestro lado y no están en la consagración del éxito profesional se les silencie, ni se les esconda, para que la indiferencia no agrave las desigualdades.
La consagración del éxito también se ha producido un semana y media después, del éxito femenino. Del éxito por el esfuerzo, por el trabajo, por el reconocimiento profesional y salariar. Que no se le olvide a nadie que hace muy pocos meses, las hoy campeonas del mundo luchaban con una huelga por derechos laborales y reconocimientos profesionales de los que sus compañeros masculinos disfrutan desde siempre. Y con los que es más fácil practicar un deporte, si te permite vivir de el sin necesidad de otro trabajo.
En semana y media he visto la desnudez digna de Amaral y sigo escuchando el silencio indigno de los galácticos que juegan al fútbol en primera división y en las otras también. El silencio indigno de los de la champions y los gestos obscenos del presidente de la Federación Española de Fútbol. Y digo yo que como es española la Federación, algún mínimo de representación ostenta un tipo que va por la vida con un carnet de macarra, acusado de mafiosidades y con comportamientos de los que los ciudadanos de este país no deberíamos sentirnos orgullosos, por lo que nos representa.
Echo de menos el pronunciamiento de presidentes todo poderosos de clubes todo poderosos, echo de menos la repulsa del olimpo de los jugadores multimillonarios (los que no violan a mujeres en los aseos de las discotecas). Echo de menos una mayor contundencia en las palabras del responsable del Consejo Superior de Deportes, me faltan las palabras de Feijoo y Rajoy que se juntan para hablar de futbol. Echo mucho de menos la fuerza del presidente del Gobierno pidiendo la dimisión o el cese fulminante del tal Rubiales.
Cuando creía que este país estaba avanzando en su mentalidad también descubro que hay cosas que no cambian. Incluso si se marcha y desaparece el presidente de la federación persistirá el machismo en un deporte en el que por un día nos creímos iguales. Porque en los bares donde la gente se junta para ver los partidos sigue habiendo comentarios sexistas que nada tienen que ver con lo deportivo. Gestos obscenos, desprecios, comparaciones odiosas hacia quienes juegan, pero también para con mujeres que asisten al espectáculo mirándolo en la pantalla del local.
A mí no me gusta el fútbol, pero creo profundamente en la igualdad. Y me molesta la indolencia, me molesta la indiferencia de quienes se embolsan millones por anunciar perfumes que ocultan el mal olor de la conciencia y que podrían condenar la mala conducta de quien les representa. ¡¡RUBIALES DIMISION, YA!!