Europa está sufriendo estos días los estragos de las llamas. Grecia, Italia, Croacia o Portugal están sufriendo fuertes incendios que, además de la pérdida del ecosistema, se están llevando por delante vidas humanas. Los fenómenos adversos relacionados con las altas temperaturas son cada vez más intensos y extensos. Ya lo hemos vivido aquí, en nuestro país, con años en los que los incendios han asolado el territorio.
Aunque algunos prefieren seguir teniendo la venda en los ojos y negar la evidencia, el cambio climático sitúa delante de nosotros una realidad muy compleja de gestionar a nivel medioambiental, más teniendo en cuenta que nos encontramos en un punto de no retorno.
Los incendios, las olas de calor, las sequías, las lluvias torrenciales y, en general, los fenómenos meteorológicos extremos están llamando a nuestras puertas para advertirnos de lo que nos espera si seguimos cruzando ese umbral. La naturaleza nos está devolviendo todo el daño que le estamos haciendo.
Debemos hacer algo y hacerlo ya, de manera más contundente. Nuestra dependencia de los combustibles fósiles ha de ser sustituida por las energías limpias y renovables.
Los mensajes negacionistas de la ultraderecha no favorecen en absoluto a la hora de tomar cartas en el asunto. Por eso, y por otros motivos más, para mí fue una satisfacción que el pasado 23 de julio la formación de Santiago Abascal perdiese la mitad de su representación en el Congreso de los Diputados.
En lo que va de verano en España apenas hemos sufrido grandes incendios forestales pero no por ello hay que bajar la guardia. Ya lo he comentado en otras ocasiones: los incendios se apagan los 12 meses del año. La prevención es casi más importante que la extinción. Debemos apostar por unos servicios de prevención y extinción fuertes y gestionados desde lo público. No podemos dejar esta labor en manos de empresas privadas que mercantilicen el cuidado de nuestros montes y bosques.
Por esta razón, las administraciones públicas tienen que seguir reforzando los medios materiales y humanos. Todos pagamos impuestos porque queremos tener una buena sanidad, una buena educación, unos buenos servicios públicos; también para que nuestro entorno natural y la riqueza que encierra estén protegidos.