Nadie me va a tirar a la basura. No lo van a lograr. Ni Vox ni ningún otro partido político de derechas o centro derecha. ¡No lo vamos a consentir! Hay líneas que no deben sobrepasarse.
Tal vez el 23J sea el escenario idóneo para revertir la situación y tirar a la basura a un partido que lo único que hace es repartir carnets de español y de buen católico (aunque amparen a delincuentes condenados en sus listas).
Su mensaje de odio es tal que son capaces de desplegar un cartel en la calle Alcalá de Madrid, donde se ve una mano con una pulsera de España tirando a la papelera la bandera independentista y la LGTBI, y los logos del movimiento feminista, de la Agenda 2030 y del partido comunista. Y lo hacen amparados en los votos logrados en las pasadas elecciones. Así que la culpa no es solo de ellos. La culpa es de toda la gente que vota a golpe de bulo (o eso quiero pensar). Porque si todos los votantes de Vox aprueban su forma sucia y rastrera de hacer campaña, y lo que es peor, su forma de hacer política, paren el tren que yo me bajo.
Sí, soy gay y tengo el mismo derecho que cualquier otro ser humano. Ni Abascal ni David Moreno (teniente de alcalde de Talavera) van a conseguir que los derechos logrados estos últimos años se vayan por el rete. Por ahí es por donde deberían irse su odio y homofobia.
Y cada uno de los municipios donde gobierna con el apoyo del PP, el cómplice de esta barbarie y, permítanme la expresión, ‘el tonto útil’, porque su ansia de poder está alimentando al monstruo.
¿Qué se puede esperar de un partido político que niega la violencia de género? ¿Qué se puede esperar de un líder que ha vivido de ‘chiringuitos políticos’? ¿Qué se puede esperar de unos políticos que niegan el cambio climático? ¿Qué se puede esperar de Vox? La respuesta es sencilla: retroceso en los derechos y libertades de todos los españoles.
Me provoca tristeza que parte de España esté en contra de mis derechos o el de las mujeres. Me provoca tristeza que el PP se alíe con Vox con el único fin de llegar a la Moncloa, sin importarle el precio a pagar, no a ellos, sino al resto de españoles, los de la pulsera y los que no. ¡Me preocupa que Vox exista!