Hay que retrotraerse a 1957. Un año muy especial para Talavera de la Reina y su comarca, que observó perpleja cómo el 18 de enero caía una copiosa nevada; las localidades de Sotillo de las Palomas, Cervera, Marrupe, Segurilla, Mejorada y Montesclaros recibían por fin el servicio telefónico.
Era el año en el que nuestro ya malogrado futbolista Javier García-Verdugo triunfaba en Segunda defendiendo los colores del Jerez; Talavera seguía sin fútbol federado y el BOE publicaba una orden del MOPU por el que se adjudicaban las obras de infraestructura del Ferrocarril Talavera-Villanueva de la Serena por importe de 130.900.000 pesetas. Pero un año, asimismo, que tenía una clara protagonista: Nuestra Señora del Prado que iba a ser coronada el día 30 de mayo.
Previo a la cita, del 21 al 29 se celebró el solemne novenario que tuvo al obispo auxiliar de Toledo -Francisco Miranda-, al obispo de Zamora -Eduardo Martínez- y al obispo de Plasencia -Juan Pedro Zarranz y Pueyo- ocupantes de la sagrada cátedra. Pero, además, sería un mayo en el que la Orquesta Nacional de España dirigida por el maestreo Ataúlfo Argenta celebró un multituinario concierto; y el mes en el que el Teatro Palenque acogió los Juegos Florales que tuvieron como mantenedor al catedrático Luis Morales Oliver y los premios de poesía ganadores a nuestro Rafael Morales y, nada más y nada menos, que al gran Gerardo Diego, cuya poesía reproducimos a continuación.
A Nuestra Señora del Prado
Virgen del Prado hallada en Talavera,
morena Tú de sol, Reina en tu Ermita:
nosotros los del Tajo en tu ribera,
los del sorbido Alberche -eterna cita- venimos
hoy, María, a coronarte.
Todo el cielo por tí se hizo corona,
cercos de estrellas ciérranse en baluarte,
Ángeles del amor giran en zona.
Venimos, yo con ellos, yo más triste.
No nací en tu cercado, no, Pastora,
Sí donde un día bien apareciste,
de salmones y almas Pescadora.
Triste llego si Tú no me conoces,
si mi acento extrañas y luz de escamas,
pupilas verdes -gándaras y hoces- manos
que te preguntan si me amas;
si Tú ya no te acuerdas, Madre mía,
si no me reconoces, pero ¿cómo
he podido temer, Madre María?
Yo soy el niño que trepé a tu lomo.
Y hoy quiero hacerme digno de tu vega,
quiero pacer, cordero, aquí en tu Prado
y entretejer en tu ciudad paniega
de mi verso un cerquillo a tu peinado.
Qué linda estás así, vestida y cónica
de seda de moreras, capitana
de espejo aguamanil, a la verónica
tieso tu manto azul, talaverana.
Qué preciosa de luna, alba en el río,
joyería de espumas con tumulto,
paz de cerros lejanos, señorío
de corazones que te rinden culto.
Qué maternal estás, qué verdadera,
qué segura en el vuelo de tu trono,
tan Custodia del Hijo y milagrera,
vencedora del último abandono.
Al verte así, tan quieta y tan en nido
de camarín, perpetua golondrina
de las cuatro estaciones del ejido,
siempre rezada y nunca peregrina,
qué vergüenza he sentido de mi cedra,
de mi ilusión de cántica románica,
que allá en rincón de claustro y verde piedra
pudo sonar angélica, oceánica.
Perdona a este juglar de la marina
que hoy venga a tí y al Tajo en tu ribera
a coronar de amor -salve, Regina- tu
amor de Madre anclada en Talavera.
(Poesía galardonada con la Flor Natural
en los Juegos Florales de la Coronación el 26 de mayo de 1957)
En 2007, año en el que también hubo elecciones municipales que otorgaron al socialista José Francisco Rivas su tercer mandato, nuestro semanario realizaba un reportaje especial con motivo de cumplirse medio siglo -50 años- de tan importante efemérides.