OPINIÓN

Gente con clase y clases de gente

Escrita por el Director de La Voz del Tajo, Alberto Retana

Carta del Director

Escrita por el Director de La Voz del Tajo, Alberto Retana

Alberto Retana | Miércoles 03 de mayo de 2023

Muy pocas veces una verdad tuvo tanta lógica al formularse y, realmente, en este país en que vivimos la elegancia nunca tuvo cotas tan bajas.

El suceso ocurrido en Madrid este martes en que el servicio de protocolo de Isabel Díaz Ayuso impidió acceder al ministro de la Presidencia al estrado de autoridades es el reflejo de esa ausencia de clase que demuestra gran parte de nuestra clase política.

Podemos criticar la inoportunidad de Bolaños a la hora de acudir sin previa invitación al acto pero la respuesta del gabinete de IDA (ese acróstico que tanto juego nos suele dar) no reaccionó con la elegancia a que le obliga su status.

La prueba contraria la tuvimos en Toledo un día antes cuando el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, fue invitado por el PP para acudir a la romería de la Virgen del Valle.

Allí, sin hacer aspavientos ni dar cuartos al pregonero, el presidente de Castilla-La Macha Emiliano García-Page instó a su homólogo a que le acompañara en la cabecera del protocolo mientras se celebraba la misa de la Virgen toledana.

Y ahora podremos darle todas las vueltas que queramos, podremos chillar, llevar al extremo cualquier postulado, pero lo cierto es que existen sitios en los que realmente vemos gente con clase y luego otros en los que hay clases de gente.

Lo demás es que vuelva la burra al trigo. Y hoy no quiero ponerme muy trascendental porque hace siete días parece ser que más de uno creyó estar leyendo o escuchando el sermón de la montaña más que la opinión de este humilde comunicador.

Huyan, por favor, del mal gusto. Alardeen de la educación y las maneras correctas de comportamiento. Lleven al extremo la condición de persona humana y olvídense de los becerros de dos patas que no alcanzan a imitar más allá del rebuzno de cualquier pobre bestia con quien nunca me atreveré a compararles.

Dios me libre... ¡Ay!, volví a caer en la tentación.

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