OPINIÓN

La vida

Crónicas de Stockman

Moisés de las Heras | Miércoles 23 de abril de 2014
Llegada cierta edad, la vida no ilusiona, pero vas. Vas a la vida como en una acto reflejo. Haces cosas con la pereza de saber el resultado. Vas a lugares conociendo el destino.

Lo conoce, aunque aparente ser todo nuevo. Tienes la extraña sensación de que ya lo has visto, de que ya has estado allí. Cuando eso ocurre, empiezas a vivir la otra mitad de tu existencia, las mejores manzanas, que decía Alberto Cortez, pero no lo son. Las mejores fueron cuando había ilusión. La vida es un viaje a ninguna parte que, en un momento, da la vuelta. A veces ilusiona ver al niño con la nueva pelota. Ilusiona y entristece a la vez, porque tú ya no estás en esas cosas. ¿Te ilusionaste un día? Sí, y creíste, tuviste fe. Y tú miras hoy al niño con su nueva pelota y te entristeces algo recordando cómo saltaste, brincaste cuando tenías esa edad. Por muchas ofertas que a estas alturas ahora quieran plantarte ante la cara, ya no es lo mismo. Es tremendo encontrarte, no se sabe cómo, un día representando el papel de Celestina, y no el de Melibea.

Lees y no pasas de las treinta páginas, todos los cuentos ya te los han contado ya y ya te sabes todos los cuentos. Ahora la vida es un señor medio calvo mirando un río en invierno y nada más. Y otro señor casi cincuentón entrando en el cine sin la emoción de ver ninguna película buena. Todas aburren. En el fondo, el cine es como la vida; no ilusiona: vas. Mejor que quedarse en casa. Te pones el abrigo, pero con pocas espectativas en la mochila, y ganas casi ninguna. Las sacas de donde no hay para seguir viviendo. Es como si el cuerpo se fuera preparando para el tramo final y que el momento último llegue sin dolor. La vida es sabia.

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