Vado permanente
Víctor Borreguero | Miércoles 23 de abril de 2014
¿Qué hubiera sido de Julián Marías sin Lolita Franco, su mujer? Me lo pregunté muchas veces porque a los dos conocí y admiré. Así también con Rafael Morales y Concha Barba.
Aquel poeta talaverano universal que se nos murió en el año 2005, cuando escribió su primer libro, Poemas del toro, dijo que era una obra de tema “táurico”, no “taurino”. Rafael amaba la vida sin despreciar la muerte. Ahora que se nos ha muerto Concha, su mujer, sufro porque fue mi amiga un tiempo.
¡Cómo no recordar en mi Carpe Diem de la Semana de Pasión a aquella compañera del Instituto Emilio Castelar de Madrid donde Joaquín Benito de Lucas, otro amigo talaverano, se esforzaba por mantener la calma en los a por entonces n mujer, Conchaaa.
en las referente.últimos resuellos del franquismo! Ya se decía por entonces que Concha era “la dorada sombra del poeta” pero algunos pensábamos que Rafael era la dorada sombra de aquella profesora dulce, cariñosa y sabia que se entregaba en cuerpo y alma a sus alumnos.
Si Rafael Morales era el marido de una gran mujer, Concha era mucho más que la mujer de un gran poeta. Desde que se conocieron, los versos del poeta talaverano eran más íntimos, más humanos, ¡más poesía! Como si estuvieran escritos en el silencio sin fisuras de una voz compartida.
Mientras el pasado sábado pronunciaba el Pregón de la Semana Santa de mi pueblo, pensaba que el pobre Rafael Morales llevaba ocho años esperando a Concha agazapado en los umbrales del paraíso. Como si no se decidiera a dar el primer paso en la nebulosa incierta de la eternidad. Me gusta la poesía de Rafael Morales. Especialmente la de AUSENCIA” y DOLOR DE HOMBRE. “Madera de ataúd es lo que crece
en esta primavera de los árboles”.
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