OPINIÓN

Peces de pecera

Crónicas de Stockman

Moisés de las Heras | Miércoles 23 de abril de 2014
El pez da vueltas en la pecera. El pez mira las piedras del fondo, la concha. El pez nada durante todo el día sin hacer nada.

El pez gira y encuentra otra pared de cristal y otra. El pez vuelve a girar y encuentra la misma pared de antes, y vuelve a girar, y vuelve a encontrársela. Si se queda quieto es igual que si se mueve. Ni busca, ni se esperanza ni piensa que puede un día acabar esto, simplemente el pez se mueve. El pez gira.

El pez intentó hacer algo. No resultó. El pez intentó comunicarse. Se aburrió, no tenía nada que decir o no había nadie que le escuchase. El pez mira la tele. No hay nada. El pez mira un libro. No dice nada. El pez intenta hacer algo. No resulta. El pez está dentro de la pecera. Gira. El pez tiene poco qué hacer en la pecera. El pez muere.

De pronto aparece un amigo. Yo también tengo mi pecera, compañero del alma, compañero. Todos vivimos nuestra rutina. La vida es rutina. Las novedades son un efecto óptico. Los pequeños placeres son los que importan. Hay niños que se divierten con el envoltorio del regalo y otros a los que no les bastan cien mil juguetes, no es cuestión de cantidad, sino de lo que tienes en la cabeza. La felicidad está en tu cabeza. Y tú te lo crees hasta que el amigo añade: bueno, que yo en mayo me voy a Bolivia, Méjico, Honduras, Argentina, Nueva York y Bruselas, todo en un mes, porque yo no ficho de 9 a 8, pringao, y además me llamo Iñaki. ¡¡Leche, claro!! ¡Toda felicidad es relativa y el éxito personal está sólo en tu cabeza hasta que te encuentras con el puñetero Iñaki, ese viejo tiburón desorejao!