“Cuando la pena nos alcanza por el hermano perdido”. Hace ya demasiados años entonaba esta canción vistiendo sin demasiadas ganas el uniforme de nuestro ejército y ajeno aún a su significado embriagado por una juventud que consideraba la muerte algo lejana y ajena.
Es incluso positivo, para poder actuar y evolucionar, que en esa etapa de nuestras vidas nos consideremos inmortales, inmunes a la llamada de la parca. Pero el tiempo es inexorable en su camino y la propia vida nos enseña, como el símil del gran Delibes, que nuestros días son finitos como las hojas de un librillo de papel de fumar y que cuanto más uso hacemos de ella más cerca está de aparecer la hoja roja, la que nos anuncia el cercano fin.
Estos días, desgraciadamente, he asistido a una prematura muerte. Demasiado prematura. Mentiría si dijese que era amigo cercano de quien nos ha dejado, pero si puedo afirmar que me une un sincero vinculo de afecto con su familia. En esos momentos, aún de “corpore insepulto”, poco pude decir a unos padres que contemplan como la naturaleza se rompe con crueldad, obligándoles a enterrar a un hijo. Nada puede resultar más doloroso, ninguna pérdida puede resultar tan absoluta, ninguna lágrima es capaz de aliviar ese llanto hondo, callado, eterno.
Sé que no hay consuelo para algo así, pero si algún bálsamo puede calmar tan infinito dolor es la certeza de que como la mencionada canción titulaba, al menos para algunos, para los mejores, la muerte no es el final. “Omni mors aequat”, la muerte todo lo iguala, decía un clásico. Pero mentía. La muerte marca la diferencia, la muerte de los buenos es menos muerte porque su recuerdo se alojará para dar vida en todos aquellos a los que entregó su amor, su amistad y su ejemplo, mientras que para los que pasaron sus días provocando dolor y llanto, su muerte será la sentencia justa que en vida no se pudo dictar.
La muerte nos distingue. Diferencia el bien del mal, la bondad de la maldad, el amor del odio. Se ha marchado alguien que sólo ofreció amor, bondad y bien. Se ha marchado para quedarse en los corazones de todos los que le conocieron. Frente a esa muerte comprendí con claridad el concepto de ejemplaridad. Su vida lo fue, su eternidad lo será aún más. Descansa en Paz.