La llaman la enfermedad invisible. Produce un dolor por todo el cuerpo que suele ir acompañado de un cansancio extremo. Unas molestias que no se sabe muy bien por qué aparecen, pero que llegan a incapacitar a una persona. La fibromialgia es una enfermedad sin cura que, pese a que no destruye los huesos o los músculos, produce tal dolor en ellos que daña gravemente la calidad de vida de quienes la sufren.
En términos más técnicos, la fibromialgia es un problema crónico que afecta, entre otras áreas, al aparato locomotor. Según datos que maneja TK Home Solutions, la compañía líder en salvaescaleras para el hogar, la sufren en torno a 3 de cada 10 personas en España. Es, además, una dolencia mucho más frecuente entre mujeres que en hombres. De hecho, se calcula que, por cada 10 pacientes, 9 son mujeres.
Los enfermos de fibromialgia suelen pasar por un largo proceso hasta que son diagnosticados. Uno de los motivos por los que ocurre esto es porque aún hay muchas incógnitas sobre ella y no se sabe a ciencia cierta qué la produce ni por qué. Una de las principales teorías que se barajan es que las personas que la sufren tienen una alteración en las estructuras del sistema nervioso que perciben el dolor. Eso hace que respondan de una manera desproporcionada a los estímulos. Así, detectan el calor, el frío, el roce de la ropa, pero su umbral del dolor es muy bajo, hasta el punto de que un simple movimiento o una pequeña presión les generan mucha molestia.
El otro motivo que complica su diagnóstico es porque es diferente en cada persona. Hay distintos niveles de intensidad: desde simples molestias hasta dolores incapacitantes. Los síntomas son muy variados. Los expertos de TK Home Solutions nos muestran los principales:
Dolor crónico generalizado en el aparato locomotor: Cada persona lo siente diferente y no siempre durante el mismo tiempo. Es habitual que aparezca y desaparezca y cambie de intensidad.
Fatiga desproporcionada: Las actividades aparentemente sencillas producen un cansancio extremo que no se corresponde con el esfuerzo realizado.
Trastorno del sueño: Las personas que padecen fibromialgia suelen tener problemas para conciliar el sueño.
Sensación de rigidez generalizada: Especialmente por las mañanas, lo que dificulta levantarse de la cama y empezar la rutina diaria.
Disfunción cognitiva: Es lo que se conoce también como fibroniebla o niebla del cerebro. Implica que cuesta mucho enfocarse y concentrarse en una sola actividad y retener la información. También son habituales las migrañas y los dolores de cabeza.
Síndrome del colon irritable: Lleva asociados síntomas como el dolor abdominal, la diarrea o el estreñimiento.
Ansiedad o depresión: La fibromialgia daña gravemente la salud mental, por lo que suele ir acompañada de trastornos como la ansiedad o la depresión, que también empeoran por las dificultades para dormir. La terapia psicológica y la lucha contra el estrés son dos pilares básicos para muchos enfermos.
Molestias al roce o la presión: Las alteraciones en las estructuras que reciben el dolor hacen que un simple roce pueda suponer una tortura.
También existen muchas dudas sobre qué hace que aparezca la enfermedad. No obstante, hay algunos parámetros que parecen influir:
- El sexo. Afecta en mucha mayor medida a las mujeres.
- La genética. Si algún familiar tiene fibromialgia, es más probable que aparezca.
- Otras enfermedades. Algunos casos se desencadenan tras una infección bacteriana o viral.
- Un suceso concreto. Es habitual que los síntomas comiencen después de un hecho puntual, como un accidente, un trauma, una cirugía o un periodo de estrés prolongado.
Es una dolencia crónica para la que aún no hay cura, por lo que lo más importante es conseguir la mejor calidad de vida posible. Los expertos de TK Home Solutions han recopilado algunos consejos para quienes conviven día a día con ella, especialmente para cuando la enfermedad golpea más duramente.
Hay días buenos y malos. Es importante establecer una rutina que nos ayude a identificar nuestros niveles de energía. Si somos capaces de hacer nuestras tareas con normalidad, sabremos que es un día bueno; si nos cuesta demasiado, sabemos que nuestro cuerpo nos pide parar antes.
Cuando tenemos una dolencia crónica que nos incapacita, es habitual rendirse y pensar que no podemos hacer nada. Los días que uno se sienta bien, hay que hacer todo lo que se pueda y durante el tiempo que se pueda. Es útil anotar todo lo que se quedó sin hacer un día malo, para completarlo cuando se está mejor. Eso dará una gran sensación de victoria.
Hay que aprovechar la energía, pero también saber cuándo parar. Si no es posible hacer todo lo que teníamos planeado, es mejor que se quede pendiente a que forcemos nuestro cuerpo.
Hay que ser previsores. Es posible que haya días en los que no podamos subir las escaleras o caminar sin dificultad. Para esos momentos, es importante tener la vivienda preparada para evitar caídas y facilitarnos las tareas indispensables: quitar cables sueltos, fijar las alfombras, instalar un salvaescaleras, tener comida ya preparada... Igualmente, es recomendable tener un plan b para ciertas tareas: por ejemplo, hablar con un familiar que pueda llevar a los niños al colegio si un día no podemos ir nosotros.
Los médicos pueden fijar una rutina de ejercicio para mantener unos huesos y músculos sanos y fuertes. Por supuesto, hay que adaptar esa rutina a nuestros niveles de energía.
El estrés es uno de los más frecuentes desencadenantes de los brotes de dolor. El ejercicio moderado, la terapia psicológica y las actividades relajantes (tardes de lectura, paseos por el campo...) ayudarán a mantener una buena salud mental, esencial para convivir con la fibromialgia.
Los problemas de sueño son otro de los síntomas más habituales. Un buen colchón y una habitación tranquila, a ser posible sin demasiado ruido y con luces tenues, son indispensables. Por supuesto, hay que evitar las bebidas estimulantes y la cafeína, que solo empeorarán los problemas de sueño.