Negar la realidad está convirtiéndose en el peor arma que muchos políticos utilizan para escapar de sus propios errores. Como cualquier persona, pueden equivocarse y, además, tienen derecho a rectificar si lo estiman conveniente.
Pero en la otra orilla está la disidencia de la normalidad, el descrédito de la evidencia y la pataleta del soberbio… bueno y el seguidismo del pusilánime.
Todo esto me recuerda lo ocurrido en Madrid este pasado domingo, con los sanitarios clamando en la calle que se les dote de más personal. Una situación que ya vivimos en su momento en Castilla-La Mancha con Cospedal gobernando y de la que aún no nos hemos repuesto.
Pero, claro, me acuerdo del domingo pasado porque al día siguiente la presidenta Ayuso salió rauda y veloz a desacreditar la evidencia por encargo de su jefe de gabinete. Tachó a todos los médicos de izquierdosos y aseguró que no eran tantos.
Disidencia, anormalidad, descrédito y soberbia.
Claro que quien le siguió en el relato fue el presidente del PP de Castilla-La Mancha, Paco Núñez, que se inventó unos datos para pegar cuatro voces y soltar presión. Seguidismo del pusilánime.
Tanto, que cada día hace más méritos para que Feijoó decida encomendar la candidatura a la Junta por el PP a otra persona, aunque quizá ya vamos un poco tarde.
En fin, que con la salud es mejor no jugar aunque algunos y algunas no aciertan a entender que esa máxima es imperturbable o las consecuencias pueden ser fatales para los ciudadanos y para ellos también.
Es, sencillamente, ‘Elemental, querida Ayuso’.