REGIÓN

¿Estamos en una situación de sequía o escasez en la cuenca del Tajo?

AGUA

La Cátedra de Tajo considera que las demandas de la cuenca deben estar adaptadas a los recursos disponibles para afrontar estos periodos secos sobre todo en el contexto de cambio climático actual

Redacción La Voz del Tajo | Miércoles 07 de septiembre de 2022

La ausencia de precipitaciones durante el verano, unido a las olas de calor, han generalizado la percepción de que estamos inmersos en una situación de sequía y falta de agua. Desde la Cátedra de Tajo UCLM-Soliss analizamos los datos existentes sobre precipitaciones y reservas de agua para saber si realmente atravesamos un periodo seco y si, en tal caso, debieran establecerse medidas desde las Administraciones públicas.

VERANO SECO, SÍ, PERO SIN SEQUÍA TODAVÍA

De acuerdo con la legislación de aguas, la “sequía” debe ser entendida como un “fenómeno natural no predecible que se produce principalmente por una falta de precipitación que da lugar a un descenso temporal significativo en los recursos hídricos disponibles”. Hay que tener en cuenta que, en el clima mediterráneo generalizado de la cuenca del Tajo, es normal la alternancia de periodos húmedos con otros más secos, por lo que las sequías serían episodios naturales normales. Además, el periodo estival anual se caracteriza por tener varios meses calurosos y secos.

Por tanto, la sequedad es un fenómeno habitual que condiciona los recursos hídricos disponibles, por lo que en la gestión que se haga del agua ha de tenerse muy en cuenta esta situación.

Para gestionar los episodios prolongados de sequía y el descenso en las reservas de agua, las demarcaciones elaboran sus respectivos Planes Especiales de Sequía (PES). En los PES aparece el concepto de “sequía prolongada”, que se entiende como una situación natural, persistente e intensa de disminución de las precipitaciones producida por circunstancias poco frecuentes y con reflejo en las aportaciones hídricas. Este concepto hace referencia a una sequía prolongada y acusada que se da en circunstancias distintas de la normalidad.

Lo primero que debemos saber es si ha habido un descenso de las precipitaciones. En el cuadro elaborado con datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), podemos ver que el año hidrológico (medido desde otoño) ha sido muy irregular. El invierno ha sido mucho más seco de lo normal (noviembre, enero y febrero se califican como muy secos), seguido de unos meses de marzo y abril muy húmedos, siendo el mes de mayo extremadamente seco y los meses de verano como de una situación de sequedad inusual. El balance anual nos dice que se han registrado un 20% menos de precipitaciones acumuladas en comparación con la media del periodo 1981-2010.

Desde el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico se utiliza el Índice Estandarizado de Precipitaciones (SPI) que muestra si nos encontramos en una situación húmeda, normal o seca. Los valores positivos del SPI indican una precipitación superior a la media y los valores negativos del mismo, una precipitación inferior a la media; los valores del índice comprendidos entre -1 y +1 caracterizan un período como "normal". Actualmente el SPI de julio para la cuenca del Tajo (último dato disponible) está situado entre 0 y -1.

En definitiva, no ha habido un descenso significativo de las precipitaciones anuales en la cuenca. Estas han sido ligeramente más reducidas, pero dentro de la normalidad.

Respecto a los indicadores de sequía que maneja la Confederación Hidrográfica del Tajo (red de pluviómetros de AEMET y la red de control hidrológico propia) la situación sería de normalidad en toda la cuenca hidrográfica. No podemos, por tanto, decir que (actualmente) estemos en situación de sequía prolongada en ninguna unidad territorial de la cuenca del Tajo.

TAMPOCO ESTAMOS EN SITUACIÓN DE ESCASEZ

Un concepto que a menudo suele confundirse con el de sequía es el de escasez. Este se refiere a un problema para atender a las demandas. Es decir, no se encuentran en un determinado territorio recursos suficientes para satisfacer los usos del agua, sea por las razones que sean. La escasez coyuntural tiene un carácter temporal y puede tener su origen en situaciones de sequía (ya sean ordinarias o excepcionales) o por otras cuestiones relativas a la gestión o a una sobreexplotación temporal del recurso. La escasez estructural se refiere a problemas permanentes para atender a las demandas, por sobreexplotación, independientemente de si se está en un periodo seco o húmedo.

Según los indicadores de escasez, la situación global en la cuenca es de normalidad. No obstante, el sistema de Riegos del Alagón se encuentra en situación de pre-alerta, lo que podría dar lugar a medidas de ahorro, control y seguimiento, pero no a medidas de gestión que supusieran una restricción en los usos. La situación más preocupante está en el sistema del Bajo Tajo, que acaba de entrar en situación de alerta (según los datos adelantados del mes de agosto), aunque con las reservas actuales no están comprometidas las demandas, incluidas los caudales establecidos en el Convenio de Albufeira para el río Tajo en Portugal. Este sistema está dimensionado para dar servicio a los usos hidroeléctricos por lo que, aún en alerta, el resto de usos están garantizados. En definitiva, no puede decirse en términos generales que exista una situación de escasez en la cuenca del Tajo. Además, el agua para abastecimiento humano supone un 20% del agua total disponible y en el orden de prioridades de usos del agua ocupa el primer lugar. Por lo tanto, no nos enfrentamos actualmente a una situación de medidas restrictivas de consumo doméstico.

MÁS VALE PREVENIR…

No obstante, por si la falta de precipitaciones generalizadas que padecemos desde mayo en la cuenca del Tajo persiste, es importante que se pongan con tiempo los medios adecuados para adaptar los usos a un posible periodo seco. Y a medio y largo plazo, las demandas de la cuenca deben adecuarse a los recursos disponibles en el contexto de cambio climático actual, en el que la precipitación media actual en la cuenca es un 12% inferior a la media del periodo 1940-1980.

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