OPINIÓN

Leña del árbol quemado

CARTA DEL DIRECTOR

Escrita por Alberto Retana, director de La Voz del Tajo

Alberto Retana | Viernes 22 de julio de 2022

España arde y las teas arrojadizas comienzan a ser arma de primera mano, sobre todo por parte de quienes han quedado con el culo al aire por falta de previsión.

El rostro cariacontecido del presidente de Castilla y León ante las llamas que asolan su tierra de campos contrasta con la desvergüenza de quien ocupa su vicepresidencia, el lenguaraz García-Gallardo que, éste sí, ha corrido a hacerse un posado cenizas en mano. Lo que se puede llamar hacer leña del árbol quemado.

El niño barbudo que todo lo parece saber ha dado con la solución a los incendios en la comunidad vecina: desempleados a desbrozar el monte y festivales para recaudar ayudas.

No sabe este pobre infeliz que la verdadera lucha contra el fuego es la prevención y Castilla-La Mancha se lo ha demostrado con el excelente trabajo del Infocam que, incluso, le ha dado lecciones en su propia cara.

Pero eso es lo que ocurre cuando se anda justito de vergüenza, que se mete la pata una y otra vez porque algunos, en este país nuestro, van de salvapatrias y terminan llevándose todas las collejas. Con más razón cuando recordamos aquello de “una mente débil se queja por todo mientras una mente fuerte acepta, analiza y resuelve”.

Tonterías varias al margen, las lágrimas se nos convierten en goterones cuando vemos arder cada metro cuadrado de nuestra España por descuidos, por imprudencias, por efecto del calor sofocante o, lo que es peor, por obra y gracia de esos malditos desalmados que no conocen a su padre y se esmeran en quemar nuestro monte, nuestras casas, nuestra tierra…

Esos malnacidos, infelices, frustrados, mediocres o envidiosos están generando una gran cantidad de gastos innecesarios, se están cargando nuestro medio ambiente y, lo que es peor, están poniendo en riesgo la vida de animales y personas, de seres vivos que nada les han hecho y que en ocasiones mueren o están a punto de hacerlo.

Ojalá y todo el peso de la Ley caiga sobre sus cabezas y las penas sean mucho más duras de lo que hoy lo son, para que las malas ideas no vuelvan a revolotear por sus enfermas cabezas.

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