OPINIÓN EN LIBERTAD
Javier Fernández | Miércoles 23 de abril de 2014
Que no corren buenos tiempos para casi nadie en nuestro país no es noticia. Que el desencanto general está servido en cada rincón, tampoco.
Pero pasan las semanas y los meses y no vemos ni un sólo atisbo de que estamos llegando al final del sufrimiento, al menos para los ciudadanos de a pie, esos que lanzan cada noche sus plegarias al cielo pidiendo encontrar un puesto de trabajo para que los bancos no les tengan que dar un toque; y digo lo de lanzar plegarias porque seguro que muchos no son capaces de conciliar el sueño, mientras que los que deberían estar solucionando estos problemas seguro que duermen a pierna suelta. Terminaba el mes de enero de un año 2013 que se iniciaba lleno de esperanzas; pero las cifras de paro no se cansan de batir récord. Además, este mes el salto ha sido de vértigo, no solo volviéndose a superar los 15.000 desempleados, sino que de esta temible cifra pasan otras cuatrocientas personas más. Y es que es inevitable hablar de ello, ya los dicen las encuestas, sean de la fuente que sean, el principal problema para los españoles, con decenas de puntos de ventaja sobre el resto es el paro. Todavía recuerdo cuando estar parado significaba darse un descanso laboral para cambiar de aires; ahora el que está en el paro, muerde el miedo desde el primer día con el temor de que la fecha límite de su prestación se aproxime. Y es que no están las cosas para mucho más positivismo. Yo no digo que los que nos gobiernan no estén haciendo algo por nosotros, por la sociedad española, pero con todas las noticias llenas de corrupción, supuestos, presuntos, y la gran implicación en las mismas de la clase política, pocos se atreven a definirles como salvadores. No entra en las cabezas de nadie que personas con tan altas retribuciones como ellos, así como grandes empresarios o el todavía Duque de Palma, tienen que echar mano de presuntas malas prácticas para saciar ¿sus ansías de poder? ¿su avaricia?, ó ¿el qué? No podemos llegar a entenderlo, el cinismo y la hipocresía no casan con la democracia, al menos con esa democracia que nos venden con una demagogia pasmosa. Entonces, señores de arriba, de la cúpula, y me da igual del partido que sean, un poquito de empatía con la ciudadanía, un poquito de seriedad, porque a lo mejor, si las cosas siguen en esta línea desbocada, no volverán a tener nunca más el apoyo de esos que les han aupado a sus asientos de cuero, sus coches de lujo y sus envidiables dietas. Y sin dar por sentado que haya habido sobres en un lado o en otro, piensen dos veces antes de coger alguno, y menos si es de un conocido.
Noticias relacionadas