Felipe Medina | Miércoles 23 de abril de 2014
España se encuentra en una dramática situación económica, política, laboral y social. Los políticos han fracasado estrepitosamente y ni el gobierno ni la oposición gozan del aprecio y confianza de los ciudadanos.
Si los políticos continúan aferrándose al poder, España será un país corrompido y oprimido por un gobierno no deseado y sin legitimidad. Ante esto, la única salida digna existente es abrir un periodo constituyente donde pueda construirse un nuevo sistema, esta vez auténticamente democrático y decente, sin la terrible contaminación actual de corruptos e ineptos en la política, un drama que ha terminado por arruinar el país.
Ante el dramático y estrepitoso fracaso de Rajoy como gobernante y el hundimiento del PP, lo lógico sería que el PSOE, principal partido de la oposición, se preparara para relevar al PP, pero esa salida es imposible porque los socialistas están aún más desprestigiados y tienen peor imagen que la derecha, lo que les impide ser el relevo que España necesita. Sólo hay que analizar la reciente historia y ver cómo Rubalcaba, culpable principal junto con Zapatero del actual desastre de España, pide la dimisión de Rajoy –como si él estuviera limpio y tuviera autoridad moral para hacerlo– causa estupor y vergüenza a cualquier demócrata o ciudadano decente. El supuesto cobro de sobres en dinero negro por parte de dirigentes populares es sólo una sospecha bastante sólida, pero Felipe González, que se hizo catedrático en corrupción y descubridor y padrino de Rubalcaba, ya repartió dinero negro a mansalva entre los socialistas durante su mandato, según se mostró a través de varias sentencias con todo fundamento.
No hay otra salida que certificar el fin de este indecente sistema trucado y maloliente, una sucia y corrupta dictadura de partidos políticos que han querido hacer pasar por democracia y regenerar todas y cada una de las instituciones. No se trata de quitar a los jueces que no convengan al actual sistema (véase Garzón), se trata de que lo jueces, amparados por las Leyes y con todo el peso de la Ley, pongan a los chorizos y delincuentes en la cárcel, sean políticos de prestigio, Presidentes del Gobierno o miembros de la Casa Real.
Mientras tanto, la España aniquilada de los Rajoy, los Rubalcaba, los Cayo Lara y los nacionalistas, permanece ilusionadamente expectante, ante un populoso negocio que los “Al Capones” americanos quieren instalar en Alcorcón y en el que “La Camorra” española pone todas sus expectativas, ante unos gángster que pasarán su particular apisonadora por encima de nuestras Leyes y forma de vida.
Qué triste, que un país tenga que poner sus expectativas de trabajo y riqueza en manos de unos “Al Capones” cualquiera. ¿Habrá alguna desgracia más mayúscula?