Desde el Berrechín
Ignacio Rodríguez | Miércoles 23 de abril de 2014
Ni gaitas ni zarandajas, que ya está bien de tomar a los ciudadanos por tontos. Al menos a mí no. Se lo escribo a Álvaro Gutiérrez y Jaime Ramos: ‘la regeneración de esta Democracia corrupta va mucho más allá de las estúpidas imputaciones del... y tú más’.
La inmensa mayoría de los ciudadanos, con todo lo que se crean estos dos representantes del bipartidismo, piden a gritos un CAMBIO ESTRUCTURAL en este sistema, que de no hacerlo tiene los días contados; los mismos que los ciudadanos, cansados de esta casta, decidan tomar la calle en serio. Sí, aunque suene fuerte, es la realidad por la que ya abogan desesperados y no tanto. Y es que hasta doña Espe lo ha dicho ‘hay que ir a listas abiertas y no blindadas’. La estructura del Estado no aguanta ya más que socialistas y populares se alternen en el poder para dar cobijo a sus intereses de partido, que entre otras muchas atrocidades beneficia y propaga la corrupción. Y ese cambio debe iniciarse en modificar situaciones irracionales y antidemocráticas como el caudillismo de quienes abanderan el PP o el PSOE, donde está prohibido alzar la voz para discrepar de las políticas impuestas por las respectivas cúpulas, en las que siguen permaneciendo los mismos de siempre intentado, y consiguiéndolo en ocasiones, formar clubes de poder, que se convierten en exclusivos y corruptos.
Sólo así, amigos, se podrá iniciar un modelo acorde a los tiempos: transparente (con donativos si quieren, pero sin subvenciones del Estado) y que abogue por representar los intereses de los ciudadanos en el Parlamento, si es que realmente queremos vivir en Democracia. Y ahora que los dimisionarios digan la verdad, que seguro la mayoría de ellos tienen como argumento ese inmovilismo del partido respectivo que coarta, e incluso anula, el bien más preciado del ser humano: la libertad. Y lo dicho, con zarandajas a otra parte, que ya está bien de reírse del Pueblo que exige Justicia; la misma que en la mitología se representaba como una mujer ciega, pero que aquí en España cada día pestañea más –según sea el imputado/a– y hasta mira de reojo. Estamos hartos, muy hartos, de ver cómo se da la figura de funcionario de partido (Sepúlveda) al que no se puede despedir; de bautizos y confetis y por qué no, de pedir la dimisión de Rajoy lejos del foro idóneo: El Congreso. La sociedad acabará por hartarse de ustedes los políticos si siguen dándoles la espalda y cuidando su ombligo; se lo aseguro.
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