Cuando la memoria nos falla en momentos delicados, siempre es bueno el recurrente de echar una vista al pasado con el objetivo de esperar un futuro mejor. El descenso a Segunda RFEF del actual CF Talavera, que, a no tardar mucho, ha de ser ya Sociedad Anónima Deportiva, se nos antoja apropiado para dar cabida al presente reportaje, que repartiremos en capítulos.
Hablamos —escribimos, mejor— de una pléyade de jugadores y entrenadores que a lo largo de los tiempos desplegaron en Talavera de la Reina sus andanza futbolísticas y dejaron en todos nosotros una grata sensación difícil de olvidar. Iniciábamos el serial con el chicharrero Cantudo, tenía continuidad, nada más y nada menos, que, con el Gato de Odessa, Mariano García Remón, el vallecano y colchonero Guzmán, el mítico rayista —Antonio Anero— que colgó las botas entre nosotros y el turno en esta ocasión es para Pepín, del que son muchos los asiduos del Prado que aún recordarán su impresionante toque a balón parado.
Muchos son los futbolistas que se resisten a colgar la botas después de una prolongada carrera profesional en equipos de élite. Y en parte es debido a que el fútbol es un deporte que dependiendo de la categoría en la que se milita requiere unas cualidades que con el paso de los años se van perdiendo. La exigencia de velocidad, flexibilidad, fortaleza física, el cambio de ritmo o la resistencia a la fatiga que determina la masa muscular no es la misma en un joven jugador que en un veterano de en torno a los 30 años o más. Aquí en El Prado hemos podido disfrutar, en el siglo pasado a partir de finales de la década de varios futbolistas que tuvieron su época dorada en clubes de Primera División. José Pineda Cárdenas, Pepín, es uno de ellos.
Nacido en la localidad sevillana de Lebrija el 5 de abril de 1949, José Pineda, conocido futbolísticamente como “Pepín”, comenzó a jugar al fútbol en las categorías inferiores del Club Atlético Antoniano de su localidad natal, para fichar posteriormente por la Unión Balompédica Lebrijana, donde comenzó a destacar por su elevada capacidad goleadora. En 1967 dio el salto a la Tercera División para jugar con el Cartagena FC, donde marcó suficientes goles como para provocar una verdadera puja por sus servicios. Finalmente fue el Valencia quien ganó la puja y Pepín llegó a Mestalla junto a su compañero de equipo, el lateral derecho Pedro Arango.
El ariete se mostró en Valencia como un jugador fuerte, un zurdo radical que aportaba lucha sin tregua y fuerza de cara al gol. Debutó el 12 de agosto de 1972 en el Trofeo Naranja frente al Bayern de Munich, mostrando un juego alegre y vistoso, pero la dura competencia con Quino hizo que Pepín fuera poco empleado en su primera campaña, disputando únicamente ocho partidos entre Liga y UEFA en los que no logró estrenarse como goleador. En su segundo curso, Alfredo Di Stefano retrasó su posición al centro del campo, un puesto al que no estaba acostumbrado pero que supo defender con calidad y profesionalidad. Asociado a Claramunt y Lico, se convirtió en la terna más repetida de la temporada. Pepín aportó mucha voluntad y buenas actuaciones en sus 20 apariciones en competición oficial, pero en un equipo tan cargado de nombres era difícil mantenerse regularmente en el once inicial.
Como suele suceder en este tipo de situaciones, nada más marcharse del Valencia, con el que no llegó a estrenarse, retomó sus costumbres goleadoras con el Salamanca en la máxima categoría. Y fue precisamente en Mestalla, con un par de dianas en un Valencia-Salamanca que acabó empatado a dos, donde realizó su mejor actuación como futbolista profesional, el 30 de marzo de 1975. Después de dos temporadas y 6 goles en 28 partidos con el conjunto salmantino, Pepín marchó 2 años al Salamanca en Primera. Y aquí hay una curiosa anécdota: En su primera visita con el conjunto charro, temporada 74-75, fue el autor de los dos goles visitantes en los últimos diez minutos que le costaron al Valencia ceder un empate en un partido televisado que dominaba por 2-0 y que provocó las protestas de la parroquia. Fue su revancha y, gracias a aquellas dos dianas, adquirió cierta notoriedad. De Salamanca iría al Xerez y luego a la Unió Esportiva Lleida, desde donde llegaba finalmente al Talavera FC en la temporada 78-79 y permaneció hasta la 80-81.
Aquí tuvo como entrenador a Carlos Sánchez de las Matas y como compañeros a Cuco, Zazo, Merino, Javi, Carlos, Monescillo, Queijo, Del Rivero, Angelín, Ferrer, Bernabé, Casanova, Luján, España, Cambero, Vázquez Mediavilla, Gelo, Iglesias, Maillo, García Ruiz, Márquez y Manolo Trigueros entre otros muchos. Sobre la tierra de El Prado, Pepín dejó innuerables muestras de su calidad; sus caños, sus sombreros y la sonrisa de su rostro reflejaban su manera de disfrutar el fútbol de aquella época, para regocijo de los habituales al Municipal El Prado. Y siempre esgrimió un excelente toque a balón parado, aunque ciertamente ya no estaba para correr. Permanecería varios años en nuestra ciudad en una determinada actividad profesional y posteriormente marchó fuera de la Ciudad de la Cerámica.
Un hijo suyo, Beni Besale (Benito Pineda Herrera) que se retiró en 2008 en el Moralo y en donde permaneció 8 temporadas marcando 57 goles y disputando 239 partidos con los verdes, también defendió la casaca cerámica. Y en ese equipo fue en el que su padre colgó definitivamente las botas en la temporada 81-82.