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Ochenta años ya del doctorado de Morenito de Talavera

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Emiliano de la Casa ha sido uno de los toreros más importantes que han visto sus primeras luces en la Ciudad de la Cerámica

El ciego del Berrenchín | Jueves 23 de junio de 2022

Hace ya algunos años esto dejaba escrito en nuestras páginas el amigo —fallecido ya— Felipe Medina. Él que tanto escribió en nuestro semanario impreso nos ofrecía la semblanza del que, tal vez, ha sido el torero más importante que ha dado la Ciudad de la Cerámica. Recientemente se han cumplido 80 años de su doctorado en la plaza Monumental de Barcelona. Aquí se lo vamos a recordar.

Emiliano de la Casa García nació en la talaverana calle Carnicerías el 30 de junio de 1914. Ya cumplida la veintena, tras varios años de duro rodaje por los pueblos de Castilla, se presentó como novillero en Madrid el 8 de septiembre de 1935, alternando con Ramón Cansino, José Ramírez y Jesús Navarro en la lidia de reses de Jeremías González. Como sucedió con toda su generación, la Guerra Civil frenó momentáneamente su carrera, pero en 1941 ya se colocó en la primera fila del escalafón. Formó pareja profesional durante un tiempo con Antonio Bienvenida y varios éxitos en Madrid le llevaron en volandas hacia la alternativa.

Manolete, en presencia de Pepe Luis Vázquez, le doctoró en Barcelona el 14 de mayo de 1942, al cederle la muerte del toro “Lirtillero”, de Juan Pedro Domecq. El 18 de junio siguiente confirmó en Madrid, esta vez estoqueando mano a mano con Antonio Bienvenida una corrida del marqués de Villagodio, de la que “Varelito” fue el que abrió plaza. Sus mejores temporadas, con cartel de novedad y de gran banderillero, fueron las del 42 y el 43, en las que sumó, respectivamente, 57 y 61 contratos. Yen las plazas del norte, donde alcanzó mayor popularidad, tuvo los principales éxitos de esos prometedores inicios. Incluso confirmó en la recién inaugurada plaza México el 17 de noviembre del 46, con el toro “Carnicero”, de Coaxamalucan, y El Soldado y Fermín Rivera en el cartel. Pero una grave cornada en Las Ventas y, sobre todo, la enorme competencia de la época hicieron que su carrera fuera palideciendo paulatinamente hasta la temporada de 1949, en la que sólo actuó en tres corridas de toros.

Intentó remontar el vuelo en el 48, cuando el 4 de abril se encerró en solitario con seis toros de Manuel Arranz en la plaza de Madrid. Pero la tentativa fue fallida. No toreó en 1950, y el 16 de mayo del año siguiente anunció su despedida en Talavera de la Reina, su ciudad natal, en una corrida en la que compartió cartel con el duque de Pino Hermoso, como rejoneador, Julio Aparicio y Litri, enfrentados a “contreras” de Manuel González. Aun así, siguió toreando alguna tarde esporádica durante las siguientes temporadas. Y sus últimas apariciones se fechan en Colombia en 1954.

Cartelazo de Emiliano con sus dos hijos toreros

Hermano mayor del también matador de toros Pedro de la Casa y padre de otros dos toreros –José Luis y Gabriel de la Casa–, Morenito de Talavera murió en Madrid el 17 de marzo de 1973, víctima de un cáncer de hígado.

Los años 40 fueron malos tiempos para los toreros que “sólo” tenían voluntad y valor. Malos tiempos para Morenito de Talavera, quien, tal vez, hubiera brillado más en otra época en que las armas de la competencia torera no hubieran sido el arte, la personalidad y aún muchísimo más valor. En los tiempos de Manolete, de Pepe Luis, de Arruza, de Luis Miguel, de Pepín Martín Vázquez... Morenito de Talavera hubo de buscarse un sitio al sol con el único equipaje de su arrojo y de una fuerte voluntad de ser. Pero tan importantes valores no le fueron suficientes para mantenerse al lado de las primeras figuras.

Un derechazo por alto

Emiliano de la Casa fue todo un ejemplo de decisión, capaz de superar unos difíciles inicios en la profesión y de llegar a la alternativa con el ambiente suficiente para entrar en la lucha por la cabeza. José María de Cossío dice que “triunfó, y en eso está su mérito mayor, sin ayudas valiosas en los primeros momentos, y ante la desconfianza del público y de la crítica, que nunca calcularon hasta donde podía llegar en la profesión”.

Pero lo cierto es que no llegó demasiado lejos. Para Don Ventura, “no pasó de ser un torero de artesanía”, aunque reconoce que “como aprendió bien el oficio, lo intentaba todo y todo lo hacía bien”. Y especialmente, añadimos nosotros, banderillear. Fue un completo rehiletero en todos los terrenos y en todas las suertes, que compitió al mismo nivel con dos rivales de la talla de los dos Pepes -Dominguín y Bienvenida- y, en menos ocasiones, de Carlos Arruza. Los cuarenta fueron años de inmensos banderilleros.

Morenito de Talavera era muy espectacular y emotivo en el segundo tercio, en el que destacaba, sobre todo, en unos vibrantes quiebros para los que empleaba una técnica similar a la de la antigua suerte “a topacarnero”. Ahí recogía sus mayores ovaciones un torero que se prodigaba en todos los tercios, que se lucía con el capote, que era eficaz con la muleta y que no era mal estoqueador. Incluso llegó a patentar el quite por “talaveranas”, una versión española, con giro inverso al del viaje del toro, de la saltillera de Armillita. Pero a todo ello, a esa constancia, a ese valor, le faltó relieve estilístico, el sello y la clase que su estrella hubiera necesitado para brillar ante los luminosos astros de su tiempo.

Después de una larga enfermedad, el torero morirá en Madrid el 13 de marzo de 1973, a los 59 años de edad. El maestro Dámaso Torres escribió para él un bello pasodoble: “El capote de Morenito”. El 14 de mayo de 1987 su ciudad natal, Talavera, le dedicó un monumento en bronce con su busto en traje de torero en los Jardines del Prado, justo frente al monumento del más grande de los toreros: Joselito.

“Completo en todos los tercios, sus pares de banderillas resultaban muy espectaculares. Los quiebros, con algo de «suerte a topacarnero», eran vibrantes. Competía nada menos que con Pepe Bienvenida y Pepe Dominguín. Apenas había matadores-banderilleros en la primera mitad de la década, pero eran insuperables. Con el capote a la espalda acuñó el quite por «talaveranas», versión más sobria del florido capeo mexicano. Eficaz con la muleta, capaz de dar cuantos naturales admitieran aquellos toros y alguno más de propina, no era mal matador. Gozó de gran popularidad en sus mejores años. Menos depurado como artista que otros compañeros, aventajaba a muchos en decisión, valor y ganas de agradar”, dejó escrito el doctor Fernando Claramunt.

Y como colofón, el soneto que nuestro vate le dedica para el primer año de su alternativa:

¡Que gran debut!

Grande fue entre los grandes, —Qué torero—

tuvo al gran Manolete de padrino

en el coso catalán. Lirtillero

en su doctorado, negro y astifino,

para que otro tan grande, Pepe Luis

Vázquez allí ejerciera de testigo.

Días más tarde, en junio, y ya en Madrid,

otro sabio torero y un gran amigo,

Bienvenida, sí, Antonio, mano a mano,

confirmó su alternativa. Es curioso

que 'Valerito' abrió plaza ese día.

¡Grandísima temporada tendría,

que no tuvo descanso ese verano!

Cincuenta, y más citas. Lo firma Igroso.

Antonio Bienvenida y Morenito de Talavera en Talavera el 16 de mayo de 1943. Foto: Baldomero

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