OPINIÓN

Ser liberal

LA ORILLA DERECHA

Artículo escrito por Rafael de la Cruz

Rafael de la Cruz | Domingo 05 de junio de 2022

“Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même”. Esta frase pronunciada por Vicent de Gournay en el siglo XVIII no es lógicamente en el S XXI un precepto absoluto, pues la evolución de la sociedad nos ha llevado a matizar y suavizar ese “dejad hacer, dejad pasar” al menos en lo económico, pues está claro que deben existir limitaciones encaminadas a la consecución de la justicia social y el bienestar de los más desfavorecidos.

Suavizar y matizar, que no reprimir y exterminar la libertad individual para sustituirla por un cruel Leviatán totalitario que, la historia que algunos no quieren ver, ha demostrado solo provoca miseria y sufrimiento. Suavizar y matizar en lo económico pero jamás en el ámbito de las libertades individuales, dónde el único límite debe seguir siendo la libertad del prójimo, no preceptos morales, religiosos o políticos que sólo buscan imponerse y castrar la independencia del individuo frente a la colectividad.

En los lejanos tiempos de mi adolescencia, comenzando la década de los 80 del pasado siglo acudí, llevado por amigos, a la sede de un partido de entonces, presidido por Blas Piñar, notario de verbo fluido e incendiario. Recuerdo sus paredes repletas de referencias al aún reciente régimen de Franco. Cartelería impactante y llamativa. Allí coincidí también con sus miembros ya adultos, de aspecto adusto y ceño fruncido.

Desde el minuto uno no me sentí cómodo, se respiraba un ambiente cargado, denso, oprimente. El tono de las voces, las expresiones, el trato. Todo me hizo no volver, no por nada concreto, sino por el cúmulo de sensaciones negativas que sentía. Más tarde, ya mejor informado, comprendí que las formas provenían de un fondo diametralmente opuesto a mí. Ellos eran los defensores de su “orden”, de sus dogmas excluyentes, de su desprecio al discrepante y de su voluntad de imponerse, si pudiesen, pasando por encima de normas y leyes democráticas.

Pasaron años de libertad individual y colectiva, cambiamos de siglo, la vida me hizo tener más rapidez en comprender y menos en muchas otras cosas, cuando por desgracia volví a tener las mismas sensaciones, el mismo temor y desasosiego que hacía más de treinta años. Ya no hacía falta acudir a ellos, los medios y las redes los traían a ti. Bajo el disfraz de la oveja del “sí se puede” llegaba desde el extremo opuesto a Blas Piñar, pero tocándose, todo el universo podemita y separatista. Idénticamente dogmáticos, calcados en el desprecio, en su tendencia sectaria, en el justificar cualquier medio para lograr sus fines, en loar a los dictadores amigos, unos a Franco o Pinochet, estos a Stalin, Castro o Maduro. Los defensores del Leviatán, los enemigos de la libertad volvían, con otros ropajes pero idéntica esencia. La libertad de nuevo en peligro.

Y para más desgracia, no sólo son los “sobrados” de morado. Llegaron después los “sobrados” de verde. Los guardianes de lo que creen que es España. Toros, patilla utrerana y exhibición. El parto de los montes. Mucho ruido y ninguna nuez. Los que llaman cobardes a los otros exhibiendo camisetas de las fuerzas armadas pero que no hicieron el servicio militar. Los que censuran el mal uso de lo público pero han vivido y viven siempre de ello. Los que se erigen en defensores de moral y familia tradicional pero tal vez no prediquen con el ejemplo. Patriotas “fake” creyéndose los únicos verdaderamente españoles. Esperemos que lo sean más que andaluza la Olona, esa que sobreactúa hablándonos con calma y dulzura, a la vez que nos mira por encima de todos los hombros. Deseo que no termine con ulcera de tanto aguantarse.

La libertad, desde un extremo u otro, y también por quienes los justifican en su provecho, está en peligro. Que nos dejen hacer, pasar, creer o no, vivir y caminar. Pongamos freno a Leviatan. Seamos libres.

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