He sido algo alondra últimamente. Lo manifiesto por mi retirada en esta sección durante el otoño e invierno. No he hibernado. He migrado hacia otras reflexiones.
Pero llega la época del retorno. Mi última colaboración versaba (¿quién recuerda eso como tema de actualidad?) sobre el triunfo de los talibanes en Afganistán y su efecto político, ya diluido, a favor de Vox. Muchas circunstancias han cambiado desde entonces. Es hora de aflorarlas.
Diecinueve (“nineteen”, en inglés) es la media de edad de los soldados que los EE.UU. enviaron a una guerra tan disparatada e irresponsable como la de Vietnam. Nunca los norteamericanos han realizado acto de contrición al respecto, salvo en tangentes declaraciones. Ahora que contamos medio siglo del final de esa infame (como casi cualquier otra) guerra, nos plantea la Rusia de Putin una nueva, para seguir alimentando los libros y andanzas bélicas vengan de donde vengan paridas.
Digo bien lo de “nineteen” porque la mayoría de las tropas rusas son jóvenes de edad igual o similar que ni saben las razones o no les han informado del porqué están ubicados en posición de combate. Cito “Nineteen” como una aplaudida canción de los 80 del pasado siglo que, pese a su ritmo discotequero, removió muchas conciencias de la generación que crecimos a la par que se desarrollaba la citada década. El autor, Paul Hardcastle, denunciaba en su letra el enorme daño causado en los “veteranos” de guerra, subrayando que “nunca olvidarían lo que han visto, destrucción”, acompañado de testimonios de combatientes, como “no estábamos muy seguros de lo que pasaba”. Un narrador incluido en la grabación decía que muchos de ellos (más de diez años después del fin de la guerra) sufrían estrés post-traumático. Otros se habían suicidado.
¿A dónde nos llevas, Putin? ¿A un nuevo “diecinueve”? ¿A un nuevo siglo (como el XIX) despiadado de luchas, colonizaciones y represalias? ¿A asistir a nuevos testimonios de chicos “nineteen” cuya vida has destrozado salgan vivos, heridos, lisiados, muertos…?
Permítanme retirarme a ese paraíso musical en el que me refugio cuando la Historia repite sus más macabros episodios.
Escucho “Nineteen”, otra vez. Y siento que vuelve a estar de moda, para mi disgusto.