Érase una vez, una historia de solidaridad y empatía. Javier Presencio es un madrileño que hace 17 años decidió hacer un Erasmus en Polonia, concretamente en Cracovia. Lo que él no sabía es que allí encontraría a su actual pareja, Gaja Bieniasz. Javier y Gaja decidieron volver juntos a España, pero la crisis les impidió encontrar oportunidades laborales, lo que les animó a volver a Polonia para luchar por su sueño: La arquitectura. Desde hace nueve años viven allí y aunque los inicios no fueron un camino de rosas, con esfuerzo e ilusión lograron fundar su propio estudio de arquitectura.
A finales de febrero de 2022 la vida les volvió a sorprender, está vez no les afectaba directamente a ellos, pero sí a personas muy cercanas kilométricamente hablando: Rusia había declarado la guerra a Ucrania.
Fue en ese momento cuando Javier y Gaja se dieron cuenta de que no podían quedarse de brazos cruzados y se pusieron manos a la obra para ayudar en todo lo que pudiesen. “Fue un shock. Putin llevaba bastante tiempo avisando, pero tanto nosotros como los ucranianos no nos esperábamos que llegase a la invasión. Por cercanía tenemos conocidos ucranianos, personas que trabajan con nosotros y nos contaban como avanzaba la situación”, explica el madrileño.
Beata, la madre de Gaja, se dedica a gestionar apartamentos vacacionales y una pensión en Krynica-Zdrój, a unos 100 kilómetros de Cracovia, cuando el conflicto estalló no tuvo ninguna duda y lo convirtió en casas de acogida. Javier y Gaja viven en Cracovia, pero se han volcado con la logística y la financiación para ayudar a Beata, “estamos yendo y viniendo, para ayudar y hacer todo lo que podemos”, comenta Javier y añade que ya han acogido a seis familias (8 adultos y 7 niños, 9 gatos, 2 perros y 2 serpientes).
Se trata de un gran acto de solidaridad, Javier nos cuenta que “la situación es horrible. No es que pienses en hacerlo o no, es que no ves otra opción, es que tienes que hacerlo. El cuerpo no te pide otra cosa, te pide ayudar”.
Una situación imprevisible que está haciendo vivir momentos muy difíciles. Una imagen vale más que mil palabras, pero nada tiene que ver una fotografía con ver en directo llegar a Polonia (Cracovia) trenes abarrotados de ucranianos, “es muy fuerte lo que se ve. Ya hay alrededor de dos millones de ucranianos en Polonia. Se nos cayó el alma a los pies”. Familias que han dejado todo para poder huir de la guerra y de la muerte, con una bolsa de plástico en una mano y en la otra niños menores de edad, que no entienden por qué tienen que separarse de sus padres.
En total, Beata tiene a 16 personas acogidas y varios animales. Toda Polonia se ha volcado con el país vecino y son muchos los que colaboran comprando comida, donando dinero o acogiendo a personas. Se trata de un gran acto altruista, pero al final todo corre del bolsillo del que ayuda, algo que también dificulta la situación. La inflación ha elevado mucho el precio del gas, y es complicado pagar alimentos y calefacción, “gracias a que les pedí ayuda a familiares y amigos en España hemos podido ayudar y mantener a los refugiados, sino hubiese sido imposible”, comenta Javier.
Un viaje que no ha sido fácil, hay personas que han tardado dos días enteros en pasar la frontera, “cuando llegaron a casa de mi suegra -las primeras tres familias acogidas, las tres mujeres- les dio el bajón de adrenalina cayeron enfermas una semana sin salir de la cama”, lamenta el madrileño.
“Lo bueno es que la solidaridad ha sido generalizada”, el otro día la familia de Javier tuvo que llevar a dos de los niños ucranianos al dentista, pero por suerte no tuvieron que pagar ninguna de las visitas. “Una de las niñas tiene un tubo gástrico y necesita unas papillas especiales. Gracias a las redes sociales hemos conseguido todos los productos”, Javier añade que la gente se ha enterado de que tienen refugiados y se han volcado con ellos haciendo donaciones.
Sin embargo, uno de los grandes problemas es el idioma, la mayoría no habla inglés y mucho menos polaco u otra lengua, por lo tanto la comunicación se complica, “el traductor de Google se queda corto en muchas ocasiones”.
Otra gran traba es la de los animales domésticos, “mucha gente viene con sus mascotas y les cuesta mucho más encontrar casa. Nosotros tenemos a una pareja y su hija que vinieron con cuatro gatos, dos perros y dos serpientes y les estaba costando encontrar alojamiento”, comenta Javier. Fue entonces cuando Gaja encontró su historia en Facebook y se puso en contacto con ellos para ofrecerles alojamiento.
Los ciudadanos europeos se han lanzado a ayudar con grandes actos de solidaridad, pero Ucrania necesita un paso más, “ahora el Gobierno ha tenido tiempo de organizarse y ya tiene casas de acogida, hoteles alquilados… pero al final es una crisis a largo plazo y ahora mismo hay que pedir ayuda a Europa y los políticos tienen que olvidarse de las rencillas y poner soluciones”, explica Javier.
Y aunque la mayoría de actos son buenos hay gente que se está aprovechando utilizando la trata de personas, por lo tanto se han impuesto normas y para ayudar a trasladar refugiados “hay que ir organizado con una institución oficial”. Además, comenta que toda ayuda es bienvenida y anima a donar dinero, pero sobre todo, se muestra muy agradecido a todos los españoles que se han volcado con la situación.
Sin dudas la historia de Javier y su familia es la del altruismo, la empatía y la solidaridad. Un gesto que les honra y que no se queda ahí, pues su intención es ayudar a que las personas que tienen acogidas actualmente sigan su camino y poder seguir acogiendo a ucranianos que lleguen a Polonia.