Nos adentramos en la última semana de este mes de enero de 2022, y se van a cumplir ya 8 años desde el óbito de uno de los clubs emblemáticos del fútbol talaverano nacido a principios de la década de los 90 —sería fundado en junio de 1993— tras la fusión de la UD Santa María y las peñas del Real Madrid y Athlétic de Bilbao.
El Juez Único expulsa a la UD Talavera del Grupo II de la Primera Preferente Autonómica era el titular que en su entradilla manifestaba que “la FFCM expulsa al club azulón de la competición por no hacer frente al recibo arbitral y quedará adscrito para la temporada siguiente en la 1ª Autonómica sin posibilidad de ascenso en las dos sucesivas temporadas”. ¿Por qué? Esa era la pregunta a la que había que responder. Y solo había una respuesta conforme a la legislación vigente, aunque al respecto había gente —interesada, por supuesto— en escudarse en otros avatares.
No había vuelta atrás por parte de la Federación, aunque entonces nuestro director de deportes de LA VOZ del TAJO, Ignacio Rodríguez lo dejaba muy claro en su artículo “Tristezas”. “No pretendo imputar a Pedro Ángel Rosado –con quien la Unión ha vivido lo mejor y lo peor en lo deportivo– la única responsabilidad, que es siempre lo más sencillo cuando se analiza lo sucedido desde fuera, pero sí es fácil deducir que puede que no se haya hecho todo lo posible por evitar la decisión federativa”, escribía Igroso.
No pretendía, en ese momento, hacer leña del árbol caído, aunque pocas fechas después el que fue el último presidente unionista manifestaba a Raquel Jiménez en La Tribuna que la decisión la había recibido con “sorpresa y, evidentemente con disgusto. Sabía que podía ocurrir pero, a la vez, confiábamos en que no pasara y que pudiendo ser una medida legal, no es justa”.
¿Arrimaba el ascua a su sardina ante tan grave determinación? Parece obvio, puesto que las pruebas eran irrefutables. A sabiendas, puesto que el primer impago viene del 24 de noviembre (decimotercera jornada) y la decisión se adopta en la vigésima cuando Competición recuerda que el club azulón “no sólo fue sancionado en tres ocasiones anteriores por el mismo motivo, llegándose a retirar dos puntos de su clasificación, como estatutariamente se prevé en caso de un tercer impago, sino que, incluso fue advertido de la posibilidad de que, de continuar con sus constantes y reiterados impagos de los recibos arbitrales, podría llegar a adoptarse la medida que ahora, tan penosamente hemos de adoptar”. Y de nuevo surge el interrogante de ¿porqué?
Rosado fue contundente al exponer que sólo había un causante: el Ayuntamiento de Talavera —gobernado por el PP de Lago (dep) y Jaime Ramos— que no había abonado al club el 50 por ciento de la subvención, “vital para ellos”, según el presidente. E iba más lejos al asegurar y responsabilizar a la Federación que presidía por aquel entonces Antonio Escribano argumentando que “la Federación parece que vive en un mundo aparte, para ella no hay crisis porque no se ha producido ningún recorte; en la Federación seguimos viviendo como antaño y no se ha producido ninguna rebaja en los arbitrajes, ni en las fichas, ni tampoco, imagino, en los sueldos de los federativos”.
Cupiera que Rosado pudiese llevar algo de razón tal y como apuntaba Igroso —durante 6 años miembro de la junta directiva del propio Escribano— en su columna de opinión al coincidir con la noticia “Es pasado, ya lo sé, y sin valor porque no se denunció en su momento y ello no exime, tal vez, de la falta de diligencia de Rosado en este asunto, que habría evitado con un simple aval bancario mientras se hacía efectiva la subvención —buenos amigos cajeros tiene para conseguirlos— si es que el escrito del Ayuntamiento talaverano no ha sido tenido en cuenta por quienes otrora permitían sellar licencias federativas a clubs muy deudores, pero poderosamente representados”.
Eran los argumentos —o verdades— de nuestro compañero poniendo en el punto de mira a la decisión del Juez Único de Competición, Javier Solera. Y esto escribía: “Y es ahora, más que nunca, cuando se echa en falta la representatividad talaverana en el ente que preside Antonio Escribano, que tras seis años dentro conozco al dedillo, y en concreto con la salida —injusta y por la puerta de atrás— de Julián Segovia del mismo por su rebeldismo sensato. Porque estoy seguro, hasta apostar los dedos de las manos con la que tecleo estas líneas, que de estar aún en activo el señor Solera no habría tomado esta decisión, o la habría dado cuartelillo. Y es que hay precedentes, y obran en la memoria de algunos de nosotros, que con otros clubs, y por cuestiones más graves aún, no se obró de igual modo porque los responsables de esas situaciones tenían asiento y cargo en sala de juntas de la Federación”.
En su empeño por quitarse responsabilidades como cabeza visible del club, el presidente echaba la vista mucho más atrás; a la temporada 2011-2012 con el equipo aún en Tercera división para “culpar” otra vez al Ayuntamiento de Talavera, presidido por Gonzalo Lago tras el relevo a José Francisco Rivas, asegurando “que se pasó por completo sin que el Ayuntamiento pagase la subvención de esa temporada, y de la que nunca más se supo”.
¿Pero qué motivó al Consistorio a no abonarla? No tenemos respuesta, pero por la experiencia que a este respecto tenemos, podemos afirmar que los clubs estaban obligados por ley (la del IMD) a presentar las cuentas con balances y presupuestos de cada temporada. ¿Se hizo? Lo desconocemos y no lo hemos podido contrastar para poder certificar que ésa, y no otra, fue la causa de que la partida presupuestaria fuera destinada a otras actividades.
Todo parece indicar que por aquel enero de 2014 los intereses deportivos de los gestores del club no parecían preocuparles en exceso. Las propias manifestaciones de Rosado así los constatan asegurando que “siendo un perjuicio para el club, no lo es tanto para el deporte de Talavera, puesto que hay otros equipos que pueden representar a la ciudad y ofrecer a los chavales la posibilidad de jugar en esta categoría”. En la campaña 2014-2015 ningún equipo es de la partida y la actividad se limita a mantener la Escuela con cargo al altruismo de los monitores y a los padres como mantenedores; no dura mucho esta idea y la UD Talavera desaparece definitivamente poco tiempo después.
Y en esto sí ha tenido razón, porque aunque la UD Talavera ya es historia el fútbol sigue activo en nuestra ciudad con clubs como Ciudad de Talavera, Élite, Sport City, Patrocinio, Ébora Formación y el CF Talavera. Y aunque pocos años después se produjeron movimientos —dijeron algunos medios— por parte de la vieja guardia de la Unión —léase Segovia, Mariano Gómez o el propio Ignacio Rodríguez— recuperar el nombre y la entidad con una estructura sostenible, el paso del tiempo se quedó en un manifiesto de intenciones porque este último les quitó la idea de la cabeza. Mas que nada porque el tiempo —por las edades de los reconstructores— ya no les permitía la agilidad y disponibilidad de movimientos de aquellos años en los que fueron impulsores de un proyecto que fue configurado con todos los requisitos que se necesitaban para hacerlo creíble. Tanto es así que en la historia del Instituto Municipal de Deportes de Talavera (IMD), la Unión consta como el primero de los inscritos; es decir con el Nº:1.
Desde junio de 1993 hasta enero de 2014 transcurrieron 20 años y medio. Dos décadas en las que el escudo azulón lució por el fútbol local, provincial, regional y nacional con un proyecto firme de cantera que fue capaz de producir futbolistas de relevancia como Javi Casquero, Dorado, Corona, Pepe Mena, Javi Espinosa, Manu Trigueros o José Arnaiz, y algunos más, pero incapaz, con todo a su favor, de ocupar la plaza que le correspondía tras la desaparición del Talavera Club de Fútbol. Algo que, posiblemente, hubiese conseguido si la eliminatoria del play-off de ascenso a Segunda B con el Baza se hubiese saldado a su favor en 2005.
Ocho temporadas en Tercera división, con un intento de ascenso a Segunda B como 4º clasificado, a las que llegó en tres ocasiones como campeón de Preferente, desde la 98/99 para un club joven, son a tener muy en cuenta en el bagaje de los clubs de la provincia y más al tratarse de una entidad modesta desde que el 26 de agosto de 1993 Julián Segovia cortara la cinta de salida para mas de 400 jugadores en categorías benjamín, alevín, infantil, cadete, juvenil y un equipo en primera regional.
No vamos a reescribir una historia que Ignacio Rodríguez ya tiene impresa en su libro “El penalti que me despertó”, pero desde aquella primera campaña en Tercera con José Luis Sánchez Rivero en la presidencia —legado de Segovia— solo dos presidentes más —porque lo de Pedro Adrado sería transitorio al presidir una junta gestora tras la dimisión de Cordero— han regido los destinos del club azulón: el propio Daniel Cordero y Pedro Ángel Rosado y en la que han transitado entrenadores como Martín García Muñoz, Alejandro Conde, Ángel Bernabé, Alberto Martín Nombela, Javier Rodríguez, Carlos del Rivero, Miguel Ángel Iglesias —en la etapa de más esplendor azulón—, Vicente Cuesta, Javier Rosado, Manolo Trigueros, José Antonio García Carrobles, Pedro Adrado, José Luis Corrochano, Luis Quintas, Carmelo Díaz, Alberto López, Gustavo Ayuso o Rubén Gamarra, y algún que otro más como Fernando Retamal y Mariano Gómez Romano, se han sentado en los banquillos unionistas en diferentes etapas, bien con el primero equipo o un juvenil que hasta en dos ocasiones ha militado en la máxima categoría del fútbol nacional.
Así está escrita la historia de un legendario club de 20 años de vida, al que siempre se le asoció —y fue un claro error de todos— con el Barrio de Santa María; y así se la hemos contado. Y como todo en la vida es relativo, puede que no todos los protagonistas estén de acuerdo con la versión ofrecida, pero para gustos los colores y para verdades, las de cada uno. Y la nuestra aquí queda reflejada.