Los pacientes que padecen COVID-19 persistente pueden tener síntomas durante al menos 12 meses después de la infección inicial, lo que repercute significativa y negativamente en su cognición, su capacidad laboral, su participación en actividades físicas, su interacción con los demás y su calidad de vida en general, según un nuevo estudio del Mount Sinai (Estados Unidos).
El estudio, publicado en la revista 'American Journal of Physical and Rehabilitation Medicine', es uno de los primeros en medir el deterioro real y el impacto de la COVID-19 persistente en los pacientes y en detallar los factores que pueden exacerbar sus síntomas.
Este equipo de investigadores hizo un estudio retrospectivo y observacional de 156 pacientes tratados en el Centro de Atención Post-COVID de Mount Sinai entre marzo de 2020 y marzo de 2021. Los pacientes habían tenido previamente COVID-19 y aún no se habían vacunado en el momento del estudio.
Los pacientes rellenaron las encuestas sobre los síntomas persistentes y los desencadenantes de la exacerbación de los síntomas una media de 351 días desde su primer día de infección. Se les hicieron preguntas detalladas sobre la fatiga, la disnea, la capacidad de realizar actividades físicas de intensidad moderada y vigorosa, la función cognitiva, la calidad de vida relacionada con la salud, la ansiedad, la depresión, la discapacidad y su situación laboral antes y después de la prueba COVID-19.
Los síntomas más comunes que se comunicaron fueron la fatiga (82% de los pacientes), seguida de la niebla cerebral (67%), el dolor de cabeza (60%), los trastornos del sueño (59%) y los mareos (54%). Los investigadores realizaron una evaluación más detallada de la gravedad del deterioro cognitivo autodeclarado y descubrieron que más del 60 por ciento de los pacientes con COVID-19 persistente presentaban algún nivel de deterioro cognitivo (leve, moderado o grave), con síntomas que incluían disminución de la memoria a corto plazo, dificultad para recordar nombres y problemas para tomar decisiones y planificar la vida diaria.
En total, 135 pacientes respondieron a preguntas sobre su empleo antes y después de COVID-19, y el número de pacientes que trabajaban a tiempo completo (102) se redujo a 55.
Más adelante, el estudio señaló los factores que, según los pacientes, empeoraban sus síntomas de COVID-19 persistente. El mayor desencadenante fue el esfuerzo físico (señalado por el 86% de los pacientes), seguido del estrés (69%), la deshidratación (49%) y los cambios de tiempo (37%).