Cada día hay nuevos sucesos políticos que comentar, pero sigamos analizando las consecuencias de una deriva política populista.
Sin tregua, al primer sorbo, el marino comenta:
—Hemos visto que nuestro país podría estar ya en la «segunda etapa» de la Hoja de Ruta de un gobierno populista y que hay comportamientos que se podrían enmarcar en niveles superiores. Sería interesante analizarlos para tomar buena nota y que sirvan de reflexión.
Nuestra amiga detalla:
—Si, hemos superado con buena nota nuestra «segunda etapa populista» y, aunque no tengamos un cáncer con metástasis, se puede ver que sucede en los países en los que campa el populismo, ha alcanzado el poder y se ha implantado totalmente.
Hagamos unas pinceladas que ayuden a analizar sus consecuencias en el ámbito de lo social, los cambios que se producen en instituciones públicas y privadas, sus consecuencias para la economía y cómo afecta al progreso social.
En el ámbito «social e institucional», los gobiernos populistas siguen pautas y medidas similares:
Este sometimiento supone una pérdida de independencia y de democracia, aunque se mantenga la apariencia formal y permanezcan todos los órganos judiciales.
Se modifica el sistema educativo.
Se demoniza a los medios de comunicación independientes y se intenta estrangularlos financieramente y se riega con ayudas a los que siguen los dictados oficiales.
Las redes sociales hacen el resto de la propaganda.
Interviene el marino:
—Es evidente que, en nuestro país, todavía, estamos lejos de culminar todos esos hitos, aunque se puede apreciar que con la «nueva política» del actual gobierno PSOE-Podemos, apoyado por exetarras e independentistas, se están dado pasos importantes en esa dirección.
Esta política pretende acabar con el «espíritu de la Constitución» que nos ha proporcionado grandes avances en las últimas décadas, para sustituirlo por una política binaria, crispada y plagada de enfrentamientos, que ahondan en las diferencias territoriales. Acabará habiendo españoles de primera, segunda y tercera división.
Al final, como todos nos fijamos en el «bolsillo» —señala el marino haciendo un guiño—, me gustaría saber cómo nos podría afectar en el desarrollo económico-financiero, en la creación de empleo o en los índices de prosperidad social.
Entre risas la joven amiga comenta:
—La deriva populista no se produce de inmediato y sus políticas se enmascaran de forma sutil, con muchas promesas y dádivas que se venden como protección a los pobres, a los más desfavorecidos y medidas que favorecen a la clase trabajadora. La paradoja es que estos dirigentes populistas no pertenecen a ese estrato social, de hecho, la mayoría, no han trabajado hasta llegar a la política y suelen estar alejados de las clases que pregonan defender.
Para desarrollar esta política precisan grandes dosis de propaganda, medidas que solo sirven para captar votos; como las que hemos tenido recientemente del «bono cultural», y promesas de todo tipo.
Esta política, tan alejada de los criterios ortodoxos, conlleva:
En la práctica, una política de gastos hace crecer el déficit, la inflación y los desequilibrios.
El marino comenta:
—Es cierto que no hemos coronado estas etapas, aunque la política actual del gobierno de Pedro Sánchez se acerca de forma alarmante.
Me pregunto que al final toda esta deriva, ¿dónde nos puede acabar conduciendo?
La profesora añade:
—Es evidente que, todo lo mencionado, en el largo plazo, tiene graves consecuencias, éste es un mecanismo endiablado en espiral y acaba teniendo múltiples consecuencias como que:
El marino concluye:
—Como colofón se podría decir que el populismo cree en los desfavorecidos. Es el benefactor de las clases menesterosas y humildes. Los ama tanto que se afana en aumentarlos y en hacerlos crecer. El populismo es una fábrica de crear pobres. Esta es la mayor distopía del populismo.
Se levantan y se quedan mirando fijamente el mar otoñal para calmar sus ánimos.