La iglesia de Santa María de Piedraescrita, en el término municipal de Robledo del Mazo, vuelve a recuperar su máximo esplendor tras la restauración a la que ha sido sometida a lo largo de los últimos tres años.
El próximo 22 de octubre, y presidido por el Arzobispo de Toledo, monseñor Francisco Cerro Chaves, será inaugurada la espectacular restauración.
La iglesia, declarada B.I.C con la categoría de monumento, dedicada a Santa María, tiene los frescos románicos más meridionales de la península ibérica. Además de estos frescos la iglesia es importante por la valiosa azulejería talaverana del siglo XVI que la decora. Todo un conjunto que transmite grandiosidad.
Merece la pena entrar en ella para ver el ábside en forma de herradura y las cerámicas talaveranas añadidas en el renacimiento para decorarlo, que representan escenas del Nuevo Testamento. En el ábside también se conservan restos de un Pantocrator pintado al fresco de época románica, además de una pila bautismal y un Cristo Crucificado del siglo XVII.
El proyecto ha sido financiado por el Arzobispado y por la Diputación de Toledo y los trabajos han sido realizados por la empresa de Restauradores de Obra de Arte Asociados.
La empresa Restauradores de Obras de Arte Asociados se hizo cargo de la contratación de los trabajos de restauración del conjunto de azulejería de Piedraescrita en noviembre del 2018. A los trabajos se incorporaron ambas socias -Carolina Peña Bardasano y María Collar-; una tercera restauradora, Mercedes del Pino y el historiador del Arte y conservador Antonio Perla. También se ha contado ocasionalmente con Carlota Perla, estudiante de restauración y con Nacho Pérez, fotógrafo. Para las reposiciones cerámicas, se ha trabajado con Oscar Arribas, comentan a la Archidiócesis de Toledo.
“Encontrarse con un conjunto tan espectacular, por dimensiones y composiciones es algo sorprendente, máxime en un lugar tan apartado”, comenta Antonio Perla.
En un primer momento les pidieron que fueran a ver el estado de los azulejos “porque se iba a colocar un sistema para controlar la humedad ascendente de los muros que estaba afectando peligrosamente a las pinturas murales del Pantocrátor en el ábside”, pero los trabajos fueron mucho más allá de dicha restauración.
La restauración llevada a cabo en los años 80 del pasado siglo sobre las pinturas murales, “estuvo bien planteada, aunque la humedad afectó”, oxidando y ensuciando los barnices de protección.
“Era evidente la necesidad de desprender todos los azulejos para restaurarlos, desalando mediante inmersiones en agua desmineralizada aquellos que tenían problemas de sales; consolidando los que mostraban fracturas o descomposición”.
La limpieza mecánica de los morteros permitió al equipo de restauradores leer la mayor parte de las claves originales escritas (con cobalto) en la parte posterior de los azulejos, identificando los paneles a los que pertenecían cada azulejo y las posiciones que ocupaban en los mismos.
Realizados los trabajos enumerados, se procedió al montaje de cada composición en paneles autoportantes, tipo sándwich, de celdillas de nido de abeja de acero y superficies de resina y fibra de vidrio.
El confinamiento por la pandemia de Covid-19, problemas sanitarios y la nevada provocada por el paso de la Filomena provocaron retrasos en los trabajos de restauración. A ello hay que sumar una “sorpresa” adicional: “nos avisaron de que en el pueblo existían unas cajas con azulejos de la Iglesia guardados en un lugar de difícil acceso", con un total de 680 piezas entre azulejos completos y fragmentos.
Los azulejos pertenecían a composiciones que fueron mutiladas en algún momento y se cree que fueron objeto de robo en los años 80.
Algunos de los azulejos de las arquitecturas, así como también alguna de las composiciones figuradas, estaban entre los azulejos de las cajas. “Con todo ello le dimos forma al retablo y lo recuperamos, incorporando la Virgen del Rosario -también de cerámica y del XVI- a su hornacina”, comenta explica Antonio Perla.
El haber podido reordenar ligeramente las composiciones, ha permitido apreciar la verdadera magnitud del conjunto, realizado en realidad en al menos tres períodos diferentes, aunque todos ellos en el siglo XVI -o tal vez uno de ellos a comienzos del XVII-.
Existe una composición primera en lo que es el arco de la Capilla Mayor y luego los altares y retablos de la Pasión y del Rosario. En ella podemos apreciar las escenas que acompañan los retablos, en los laterales de la iglesia. Y destaca la gran composición de San Cristóbal, rodeado de los padres de la Iglesia, con la escena de la Magdalena en la parte inferior.
“La nueva vida cerámica” de la ermita de Piedraescrita se presenta el próximo día 22, que presidirá el arzobispo primado, Francisco Cerro Chaves.