Entramos en las últimas semanas del verano. Toca recuperar la rutina y volver a nuestra vida de siempre. Sin embargo, hay un aspecto de nuestra rutina habitual que debe cambiar después de las vacaciones. El cuidado de la piel se debe ajustar un poco, ya que hemos pasado muchos días a los rayos del sol, al calor, al aire acondicionado, a la sal del agua de la playa o al cloro de la piscina, factores que pasan factura a nuestra piel.
Los expertos de www.nivea.es, la marca n.º 1 mundial en cuidado de la piel, explican cómo nos afectan el sol, la sal y el cloro, para comprender mejor por qué debemos cuidarnos de forma un poco diferente después del verano:
LOS EFECTOS DEL SOL
La luz del sol tiene múltiples beneficios, entre los más importantes está su poder antidepresivo y que contribuye a que el organismo produzca vitamina D. Sin embargo, estar mucho tiempo expuestos a la radiación solar puede llegar a ser nocivo. La luz solar es un espectro de varios rayos diferentes: la luz visible, la luz ultravioleta y la luz infrarroja. La luz ultravioleta o UV es la que más conocemos y la que, con frecuencia, causa daños en la piel, y lo hace, entre otros mecanismos, por la producción de radicales libres que genera, bajo ciertas circunstancias como la exposición al sol, las toxinas como el tabaco y la polución, y el estrés, entre otras, se generan en exceso, y producen una aceleración del proceso de envejecimiento, que en el caso de la piel, provocan la aparición de los signos de la edad como arrugas, flacidez, manchas y envejecimiento de las células de forma prematura.
Si hemos protegido y cuidado bien nuestra piel durante las vacaciones, los efectos de estas moléculas se habrán minimizado. De lo contrario, pueden haber derivado en algún tipo de lesión, desde quemaduras, alteración en la textura y elasticidad de la piel, arrugas, lentigos, melasma o manchas, lunares e incluso lesiones precancerosas y cáncer de piel
El cloro es un elemento químico que se utiliza para desinfectar y purificar el agua de las piscinas. Su función es acabar con virus, bacterias y otros microorganismos o parásitos. Si se añade en las cantidades adecuadas al agua de la piscina, no supone un riesgo para las personas, pero aun así afecta a la piel. Si nos bañamos con frecuencia, no nos aclaramos la piel con agua corriente o estamos mucho tiempo en contacto con el cloro, este puede llegar a irritar nuestra piel, siendo esto especialmente importante a tener en cuenta en el caso de las pieles atópicas.
El agua del mar es rica en minerales y oligoelementos como zinc, magnesio, sodio, yodo, potasio que nuestra piel absorbe y que producen efectos positivos como los antiinflamatorios y bactericidas que ayudan a cicatrizar y curar pequeños cortes y heridas. Además de su efecto bactericida, la sal actúa como un exfoliante suave, similar a un peeling superficial: elimina las células muertas y las impurezas. No obstante, la sal que hay en el agua también actúa como astringente, disminuyendo el contenido de grasa natural de la piel y favoreciendo su deshidratación. Estos efectos se notan sobre todo en las zonas con mucosas como ojos y labios.
Para reducir los efectos dañinos del verano en la piel, desde NIVEA han recopilado algunos consejos para cambiar la rutina de cuidado facial y corporal tras de las vacaciones:
Es un consejo que hay que seguir durante y después de las vacaciones. Los rayos ultravioleta del sol están presentes todo el año, aunque son más agresivos en verano. Los protectores solares crean una barrera protectora entre la piel y los rayos del sol.
Hay que tener en cuenta que el roce de la ropa o el sudor reducen la efectividad de la crema solar. Por eso, se debe reaplicar con frecuencia (cada 2 horas, más o menos) en cuerpo y rostro. Igualmente, es importante que tengan filtros UVA y UVB, para que protejan de los daños que causan ambos tipos de rayos ultravioleta, y como novedad, que incluyan también agentes protectores frente a la luz azul del sol.
Los lunares y las pecas son lesiones pigmentadas que se deben a una acumulación de melanocitos en los primeros y del pigmento melanina en las segundas. La melanina es el pigmento natural que produce nuestro organismo para protegernos del daño solar y que también es responsable del color de nuestra piel. En muchas ocasiones, la aparición de este tipo de lesiones se acelera tras la exposición solar. El melanoma, el cáncer de piel más peligroso, surge cuando los melanocitos, las células que producen melanina, crecen descontrolados. El melanoma suele aparecer con más frecuencia en las zonas con melanina acumulada, como los lunares y las pecas y en muchas ocasiones, aunque no siempre, aparece sobre un lunar preexistente.
Unas de las principales causas de melanoma es la exposición excesiva a la radiación ultravioleta y el número de quemaduras solares que se hayan sufrido a lo largo de la vida. Tras varios días de vacaciones, en los que hemos pasado mucho tiempo al sol, hay que vigilar que no haya cambios en ningún lunar o peca: alteración del color, aumento de tamaño... Por lo que una visita al dermatólogo es muy recomendable. En este caso, después de las vacaciones, es recomendable añadir a la rutina de belleza algún producto despigmentante.
La limpieza debe ser el primer paso de cualquier rutina facial, tanto en verano como en invierno. Pero es aún más importante cuando estamos reparando la piel. La limpieza es un paso imprescindible para que el resto de productos hidratantes penetre bien.
Durante el día y mientras dormimos, se acumulan suciedad y residuos que obstruyen los poros, y en verano aún más por el sudor. Tras la limpieza, es el turno del tónico, la crema de contorno de ojos, el sérum, la crema hidratante y, si es de día, el protector solar.
El ácido hialurónico es una sustancia natural, presente en distintas partes del cuerpo, que fija el agua, es decir, retiene la humedad de la piel. Por ello, tiene múltiples beneficios: mejora la hidratación, reduce las arrugas y las líneas de expresión, estimula la producción de colágeno... Además, recientemente se ha descubierto su capacidad antioxidante al reducir el daño de los radicales libres en la piel. Gracias a todo esto, es un componente indispensable para recuperar la hidratación y el buen estado de la piel después de varios días expuestos al sol, la sal o el cloro.
Para rehidratar todo el cuerpo, se puede utilizar un gel de ducha suave y que no reseque (por ejemplo, enriquecido con aceites naturales como el aceite de almendra, de jojoba o la manteca de karité, con propiedades muy conocidas en nutrir la piel).
Igualmente, para combatir la sequedad en el rostro, es importante hacer la rutina de belleza completa (limpieza, tónico, sérum y crema) y añadir una o dos veces a la semana una mascarilla facial para un complemento extra de hidratación (por ejemplo, una que contenga ácido hialurónico).
La exfoliación elimina las impurezas y los restos de células muertas, ya que las células cutáneas se renuevan cada 28 días. Pero, además, exfoliar estimula la circulación para ayudar en la renovación celular. Es un paso imprescindible para recuperar la salud cutánea después de los daños del verano, tanto en el cuerpo como en el rostro.
Las pieles más sensibles deben tener un mayor cuidado con la exfoliación y preferiblemente realizarla cada 10-15 días según su tolerancia. En cambio, las pieles grasas pueden hacerlo con mayor frecuencia, hasta dos veces por semana o incluso más veces si utilizan un exfoliante suave con la piel. El momento ideal es por la noche, para dejar que la piel descanse y se recupere durante las horas de sueño. Además, no es recomendable exponerse al sol justo después de exfoliarse.