DEPORTES

Sandra, gold of queen

PERFILES DEL CIEGO DESDE EL HUMANISMO

El ciego del Berrenchín | Domingo 28 de marzo de 2021
Nuestro personaje ha roto con el estereotipo de toda la vida; el de que “para ser una mujer querida, deseada y con éxito, necesitas llevar tacones”. ¿Hay alguien que lo pueda cuestionar? NO. Con rotundidad y absolutismo. Su rostro lo describe -mejor, lo delata- en cada acto social; en cada comparecencia y, mucho más, en cada puesta en escena sobre el tatami. Sandra aparenta desconocer que en su niñez nadie le susurró que su papel era el de ser salvada por el príncipe; en absoluto, y con cuatro años –¡ya ven, cuatro añitos!– comenzó a cultivar su mente y su físico en un deporte casi desconocido o escasamente popular y mucho menos mediático hace 33 años. Como si ya supiera, entonces, del pensamiento Darwiniano referente a que “lo más valioso que tenemos los seres humanos es el sentido moral. Y por extensión, el comportamiento ético”.
Y todo esto, que puede que a muchos de ustedes les suene a “fake new”, puede que les lleve a decirme que eso no puede ser, que es impresentable, en suma. Pero NO desde el prisma que ofrezco, porque hoy, muchos años después, es su historial el que refrenda mi opinión. Es la posverdad –de la que tanto se habla y escribe ahora– sin peros o pegas. El currículo de títulos y medallas que, como el algodón en la prueba de la limpieza del viejo y famoso anuncio televisivo, no engaña. Un orgullo para todos y de todos. Porque hay que ser ecuánimes, pero también veraces: es lo justo y lo bueno para que las generaciones venideras se lo apliquen. La ética me lo exige aunque suene a un exacerbado pontificado por mi parte. Y es ella la que, mucho mejor que yo, lo expresa cuando se le recuerda que es la mejor karateka de la historia: “Es un sentimiento contradictorio. Por un lado, no me lo creo, pero por otro me siento contenta de haberlo conseguido”.
Pero todo tiene un principio y un horizonte, que en su caso es de la rebeldía con solo cuatro años, cuando decidió cambiar el baile por las katas. ¿Rabieta? Eso les pareció a sus padres que al parecer argumentaron para contentarla “vamos a llevarla a kárate unos días para que se le pase y luego que vuelva al baile”. ¡Que si quieres arroz Catalina! Casi 38 años después aquella actividad extraescolar se ha convertido en un icono mundial de este deporte.
El camino andado por Sandra en esto del kata no ha sido de rosas; lo demuestra el hecho –y el dato– de que los éxitos no coronaron su sacrificio y su esfuerzo hasta los 32 años. Sí, porque a esta edad le llegaba la internacionalidad, con la que comenzó a olvidarse de la desesperación o el Apocalipsis que aprisionaba su mente pese a las medallas conquistadas. Un hito que es únicamente patrimonio de mentes fuertes e irreductibles: “no entrar en el equipo nacional me ayudó a forjar mi personalidad para seguir esforzándome y no desistir nunca”. Serenidad y perseverancia para conseguir alcanzar los objetivos, es mi definición.
Intento no pensar. Solo estoy yo. Desaparecen los árbitros, el público, el pabellón. Me imagino en un entrenamiento, como si le estuviese haciendo el kata a Jesús —mi entrenador— para eliminar la tensión” es la aplicación de Sandra cuando está ya sobre el tatami para hacer verosímil su máxima en cualquier competición: "has entrenado mucho para este momento. Solo sal y hazlo". Personalismo nada abstracto, como en su personal opinión sobre otras cuestiones, entre las que entran las valoraciones sobre un deporte poco igualitario, por no calificar de machista. “hoy por hoy, en el mundo del kárate entre el 80 y el 90% de los dirigentes son hombres. Eso, quieras que no, provoca que no haya políticas de igualdad”.
Aparcamos principios y políticas, conscientes de que nuestra protagonista nunca se ha rendido –ni se rendirá o eso esperamos para imponer sus ideas– y nos sumergimos en la historia que en el caso del inconformismo de Sandra Sánchez ni está desvirtuada u omitida. “Estuve muchísimos años perdiendo, así que todavía no tengo la balanza compensada” la he oído decir en muchas ocasiones. Y como cuando montó en cólera con cuatro años porque no la dejaban ir al gimnasio junto a su hermano Paco, tiene metida en la cabeza que le faltan aún cosas por lograr. Y como manifiesta su entrenador, “cuando se le mete algo en la cabeza, va a por ello” la medalla olímpica es su objetivo. O si prefieren, la intencionalidad de un ser humano que lleva toda la vida sacrificándose para hacerlo realidad, porque como ella misma dice “cuando estás en el podio y recoges la medalla, sí que eres consciente de lo que ha costado llegar. Y por eso también lo valoro de una manera muy especial y lo vivo todo con muchísima ilusión”.
Uno recuerda, perdonen pero me refiero a mí, que cuando estudiaba bachillerato se me quedó clavado un pensamiento de Sócrates que hacía referencia a “que una vida sin examen no merecía la pena ser vivida”. Y me da la sensación que Sandra lo tiene vigente a pesar del duro año que por la pandemia todos hemos soportado. Porque ella, cuya edad es puesta por algunos en entredicho, no se corta un pelo a la hora de dejar su sentencia, “la frase de que soy mayor es una de las que más he escuchado. Cuando la gente te dice que eres muy mayor para hacer algo, pienso que al final es el reflejo de lo que ellos piensan de sí mismos. Por dentro tenía el sentimiento de que me daba igual porque sabía que podía hacerlo y algún día se darían cuenta de que estaban equivocados". Tapar bocas es la definición exacta. Como ayer, antes de ayer, hoy mismo, mañana… sumando medallas de oro y títulos; aquí, allá, en el fin del mundo… La invencible “reina del oro”, o más modernizado e internacionalizado: “the invincible, queen of gold”. ¿Hasta que el cuerpo aguante y el alma no desfallezca? Seguro que SÍ.
Se agota el espacio que la maqueta de la página ha puesto a mi servicio el editor. Pero aquí, en Talavera, y en toda España se seguirá de cerca el desarrollo de unos juegos olímpicos soñados para nuestros tres deportistas más representativos: Paco Cubelos, Fernando Alarza y Sandra Sánchez. El Kárate escribe en Tokio 2020 –aunque se celebre en este 2021, año de la esperanza global– se bautiza y entierra a la vez y eso que es practicado por 100 millones de deportistas en todo el mundo. La paradoja nos dicta que esta pintoresca situación nos va a traer un sinfín de metáforas que deseamos narrar. Pero asimismo, un sueño: que lo azaroso, lo inesperado y lo insospechado que nos ha traído el coronavirus jugarán un papel en la historia del deporte olímpico, la primera medalla del deporte talaverano. Y nuestra Sandra –que no tendrá más oportunidades aunque con ella nunca se sabrá– es la principal destinataria de un objetivo que tendrá el honor de la gloria y el obituario a la misma vez. ¿Hay mayor metáfora? Imposible. La necedad –únicamente eso­– sí, del dirigente olímpico, lo ha querido de esta manera. ¡Amén!

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